La terrible revancha de los astures

Por fin llegó el día. Tras varias derrotas consecutivas los astures lograron imponerse ayer a los romanos en el circo de Astúrica Augusta. Los contrincantes vivieron con rivalidad máxima cada prueba: carreras de literas y de cuádrigas, de obstáculos y a caballo, en las que hubo caídas, empellones y remojones. De forma sucesiva un bando aventajaba al otro, hasta que llegó el desempate. Las palabras con las que el César inauguraba los juegos -”«No hay mal que cien años dure»-” se convirtieron en premonitorias. El líder de los romanos había echado mano de casi todo el refranero español para señalar que cualquier situación es susceptible de mejorar, y eso debió de parecerle a los astures cuando él mismo les ciñó la corona de laurel como vencedores.

Previamente el público de ambos bandos se había abucheado mutuamente, un astur que competía sobre la arena perdió la cabellera, y un ave del imperio circuló suavemente de cabeza en cabeza. Unos romanos pretendieron sentarse con los astures y casi provocaron un conflicto internacional. A los asistentes no les faltó tampoco este año su dosis de pan que, como el ave, llegó por el aire. Al final, los perdedores aclamaron a los ganadores, todos celebraron juntos, y el César y el Caudillo astur festejaron el vigésimo quinto aniversario de los juegos con una tarta con bengalas. Las diferencias, después de la cruenta toma de Astúrica Augusta en la tarde del viernes por las tropas invasoras, parecieron superadas. Pero, cuidado. Todavía queda un día de fiesta y las espadas continúan en alto.