Diario de León
Publicado por
Martín Martínez
León

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Querido hermano: O los cuidamos, los mimamos, o se va todo al carajo. Otro artesano menos en Astorga. Clemente, el encuadernador, se jubiló, echó la trapa. Astorga, bien sabes, siempre fue conocida por sus artesanos y gremios; como testimonio está el callejero que nos habla de ello y tuvo vigencia hasta finales del XIX, principios del XX: así estaban las calles de Olleros, Panaderas, Carniceros, Pastelería, Ferreros...; famoso fue el gremio de chocolateros -ahora con calle en el Polígono Industrial-, artesanía que se intenta resucitar a través del SICA, y que «a brazo» mantiene la tradición la Maragatina.

Uno, hermano, recuerda nítidamente la de alfombras y tapices Nistal, con Maxi, Loren y Jose; antes su padre, y antes el abuelo Ángel, en la calle Altamira, quien también fue director de la Escuela Municipal de Dibujo en el primer tercio del siglo XX. Desapareció esa singular artesanía. Recuerdo aquellos herradores míticos como Palapo en la esquina de Santocildes con Cortes Leonesas; o el señor Bernardo que oficiaba en la calle Húsar Tiburcio; otro había en San Miguel donde tantas veces jugábamos al «gua» a la atardecida; casi todos eran también herreros, hombres de forja, pero menos que aquel -"el nombre se me fue-" cuya fragua estaba frente a la huerta del Asilo, en el otro arcén de la N-VI; de él tengo los herrajes de la mesa de anca de rana, donde tecleo ahora, que me construyó el inolvidable artesano de la madera Félix Uña. Artesanía esta que va manteniendo Enrique Morán.

La molinería desapareció con la reciente muerte de Antonio, el último de la Moldería Real donde se asentaron más de treinta molinos harineros y alguno de linaza; así que la tarabica dejó de sonar y el agua está medio huérfana sin mover rodeznos.

Sí, hermano, la artesanía se va al carajo. Nos quedan José Santos y Puente, como artesanos de la platería; sucesores de nombres tan emblemáticos como Fuencalada, Portillo o Ramos, por citar alguno; que como todas las artesanías, también es puro arte aunque algunos sean más humildes por el material o el artista.

Nos queda Mateo, ya bien jubilado como cartero, que sigue con sus navajas «francisca» y sus cuchillos «mateo»; fue la herencia de aquellos tíos con los que se crió, trasplantada de Riego de la Vega al barrio de Rectivía. Nos quedan artesanos de tiempo parcial, todos ellos venidos de los pueblos cercanos, dedicados a la confección de cucharas, chiflas o tamboriles; o Miguel Ángel, mecánico de autos y constructor de dulzainas en sus ratos libres; poco más.

A tiempo completo dedicó su vida Clemente Prieto, en la calle Señor Ovalle, 4. Con su hermano Isidro -"antes con su padre, el señor Clemente, zapatero remendón-" compartió años el pequeño tabuco. ¿Quién no conoce, en Astorga, a Clemente, el encuadernador? Amable, dicharachero, atento, carnavalero, juerguita si es preciso y amigo de sus amigos. Su taller -"doy testimonio-" era el desorden organizado; no sé como pero así era. Inmensos rimeros de libros de toda clase, de separatas, de los más variados fascículos, sabiendo dónde estaba cada uno; porque Clemente no daba «abondo»; además del taller, estaban las notarías de Astorga, de Ponferrada, de León, de Valencia del Cid era requerido de vez en cuando; ayuntamientos, juzgados, juntas vecinales, parroquias y paisanos de toda índole buscaban su trabajo. Hasta en el Vaticano hay testimonio.

Clemente echó los cuarterones a esos escaparates que fueron sala de interesantes exposiciones con material de Caponico y otros amigos. Me preocupa una cosa, hermano; cómo se las van apañar él y Santos -"el Joyas le dice Clemente-" para tomar los primeros vinos de la mañana y navaja en mano dar cuenta de un buen trozo de chorizo de la matanza de Brimeda. Ya me lo contarán. Feliz jubilación, Clemente.

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