La -autopista- de la Cordillera Cantábrica
La Vía Carisa atraviesa 40 kilómetros de la Cordillera Cantábrica formando uno de los trazados romanos más espectaculares del Norte de Hispania. Los restos conservados permiten recomponer una plataforma de más de cuatro o cinco metros de anchura con una capa de rodadura de áridos finos, conseguida mediante cajeado en talud y rellenos en terraplén.
Desde tierras leonesas, la calzada se adentraba en la Cordillera por el valle de Camplongo y Pendilla (Villamanín), y lo hacía en altura, por encima de 1.500 metros, siguiendo la ladera oriental y con un grado de pendiente mínimo. El camino fue una auténtica carretera, cuyo itinerario fue cuidadosamente estudiado para que los bajos porcentajes de pendiente permitieran un transporte rápido sin excesivo esfuerzo del tiro animal. De modo que es posible que el largo e inhóspito tramo de la Cordillera se atravesase en caballería y en carruajes en unas pocas horas. Gracias a las fortificaciones de El Homón de Faro se confirma que la Vía Carisa siguió en pleno uso hasta la caída del reino visigodo, es decir, 700 años después de su construcción. El segmento de la Vía Carisa que se conserva es una parte de la infraestructura que sirvió de base a la conquista de Asturias, según un eje de dirección Sur-Norte que unía los acantonamientos militares de las llanuras leonesas con el mar, para un desplazamiento ligero y seguro del ejército y su avituallamiento. La ruta por el valle de Pendilla y el cordal de Carraceo, a través del laberíntico sistema montañoso, sigue cañadas ganaderas prehistóricas, a juzgar por los restos arqueológicos.