«No sé si toco bien, pero la gente baila»
El acordeonista Salvador González recibe hoy el título de Omañés del Año
«Aquel alegre hilandero/ mozos y mozas reunidos/ pasando en amor sincero/ el invierno por entero/ con juegos muy divertidos./ Trabajo también rendían/ haciendo junto a las mozas,/ al tiempo que estas tejían,/ los mozos les dirigían/ ciertas frases amorosas».
Salvador González, que durante décadas amenizó con su acordeón bailes y romerías de toda la comarca, recibe hoy el cariño de sus paisanos con la entrega de un título muy especial, el de Omañés del Año, que llega a sus manos en el marco de las actividades culturales organizadas por el Instituto de Estudios Omañeses. Acordeonista, pero autor también de canciones sobre temas locales y de versos como los que encabezan estas líneas, dice que aún sigue tocando todos los días en su casa de Villanueva y, a sus 79 años cumplidos, sigue juntándose de vez en cuando con pandereteras y cantores y formando fiesta y filandón.
Dedicado toda la vida a la labranza («esa fue la cademia a la que asistí yo», dice), Salvador González afirma sentirse muy orgulloso con el homenaje que se le tributará hoy a las 19.00 en Murias de Paredes ?«no merezco todo eso», dice, no obstante, con modestia?, y recuerda que comenzó a los 14 años «a salir por los pueblos» acompañado de su hermano Antonio. «Yo iba copiando de él, que sabía algo, no mucho, y así íbamos aprendiendo los dos canciones, todas de oído, yo música no estudié nunca», declara González, autor de coplas relacionadas con su oficio de músico, algunas publicadas en la revista . Y así, en un principio con un pequeño acordeón diatónico y después con uno de teclas, de 32 bajos, fue ofreciendo en fiestas y celebraciones lo que más se apreciaba en aquellos años (de los 50 y 60 en adelante), esto es, «el pasodoble, el fox, el tango, el vals... lo corriente; y claro está, lo más típico de la región, la jota y el », detalla.
«Como en aquellos tiempos había mucho número de gente en los pueblos, pues se llenaban las plazas de gente bailando, yo tocaba y tocaba, no sé si lo hacía bien o si escuchaban la música, el caso es que las parejas no paraban de bailar», rememora. Y eso ocurría en toda la zona: Senra, Murias, Villadepán, Vegapujín, Marzán, Sabugo, Cirujales, Vegarienza, Fasgar, el Valle Gordo... «hasta en Canales y La Magdalena toqué». Ahora percibe el cambio: «Antes, con un paisano solo bailaban todos; ahora con grandes orquestas no baila nadie».
Dicen algunos que el arte de Salvador alcanza tal magnitud que, en ocasiones, tocaba tanto tiempo seguido que se quedaba dormido durante unos instantes... pero sin dejar de tocar.
Tras la entrega del título, el escritor Julio Álvarez Rubio pronunciará la conferencia .