Los hornos de cemento «no tienen nada que ver» con la incineradoras
El funcionamiento de un horno de cemento difiere por completo del de una planta incineradora. Así lo explican desde la fábrica de La Robla. Y es que la gran temperatura que alcanza el horno de una cementera es fundamental, «ya que a partir de 1.500 grados se destruyen completamente todos los compuestos orgánicos y las trazas de metales pesados se integran en la estructura del clínker (producto intermedio necesario para la fabricación del cemento) con enlaces químicos muy estables», explican.
Además, en el horno de una planta de cemento «hay una gran cantidad de cal, necesaria para la fabricación del cemento, y la cal es un material con gran poder de limpieza y filtración que neutraliza totalmente los gases ácidos (óxidos de azufre y cloruro de hidrógeno)», añaden las mismas fuentes.
Otra diferencia significativa es el tiempo que los gases de combustión permanecen dentro de la cámara de incineración. «En una planta de incineración el tiempo medio es de 2 a 4 segundos a unos 950ºC, mientras que en el quemador principal del horno de clínker, el tiempo de residencia medio es de 12-15 segundos con una temperatura de más de 1.200 grados y de 5 a 6 segundos a más de 1.800».
Por otra parte, mientras que en una incineradora el 100% del material de entrada son residuos, en una fábrica de cemento el 92% del material que entra son materias primas (caliza y arcilla principalmente), un 6,4% es combustible fósil y sólo un 1,6% son residuos. Por último, añaden desde el grupo, «las plantas incineradoras generan escorias y cenizas volantes durante su combustión y una planta cementera no produce ningún tipo de residuo, sólo se obtiene clínker».
Otro aspecto clave es la total informatización del control del cemento, con un laboratorio que utiliza un robot 24 horas.