Cementos liga su futuro a quemar residuos para reducir costes
Masaveu garantiza que todas las pruebas hacen viable la ampliación a 95.000 toneladas de materiales no peligrosos.
Tudela Veguín liga el futuro de su fábrica de La Robla a la quema de residuos que reduzcan los costes de producción de cemento, cuya caída de ventas es preocupante en los últimos años como consecuencia de la crisis de la construcción, pese a lo que el grupo de capital asturiano ha mantenido el nivel de empleo de la planta roblana.
Como dato significativo, antes de la crisis, en 2007, la fábrica ubicada en la provincia de León produjo 57.000 toneladas, que se quedaron en 20.000 el año pasado y las 12.000 que se prevén para este ejercicio.
La dirección del grupo Masaveu insiste en la garantía total para la salud y el medio ambiente de los residuos que ahora quema y de los que ha pedido autorización. El pasado mes de febrero, el Bocyl inició el expediente para la ampliación de las 33.000 toneladas anuales de madera, neumáticos y otros materiales procedentes de vehículos de desguaces a 95.000, que incluirían plásticos, papel, cartón y textiles, que tampoco están calificados como peligrosos. Además de los estudios que se han realizado en los últimos años sobre la quema de estos materiales, la propia fábrica ha hecho los suyos con la colaboración de sus técnicos. Con plena garantía medioambiental, insisten.
Desde el departamento de Medio Ambiente del grupo Masaveu se entiende que es mejor quemarlos para combustible antes de que vayan a un vertedero, algo que achacan a la cultura arraigada de que quemar implica un peligro añadido. Desde el año 1999, la normativa europea exige que los residuos sean reciclados o reutilizados. Así, países «nada sospechosos» como Alemania, Austria, Holanda, Francia o Bélgica queman hasta el 83% de sus residuos, como en el caso holandés, o el 51% en Alemania. En cambio, en España, esa cifra no pasa del 12,81%.
De las 36 plantas de cemento que existen en España, 31 lo tienen autorizado. Y no es igual que las plantas de harinas. La diferencia fundamental radica tanto en la utilización de caliza como materia prima para el cemento como en las temperaturas que se alcanzan en el proceso de cocción, que superan los 2.000 grados. Debido al exceso de oxígeno, la eliminación de los óxidos de azufre y cloruro de hidrógeno es total, explican desde la fábrica.
Un caso a destacar, según la información facilitada por la fábrica de La Robla, es el noruego, donde desde hace 25 años se queman en cementeras todos los residuos peligrosos. En muchos países europeos, existe una sociedad independiente, compuesta por técnicos y científicos, Sintef, que asesora en programas de desarrollo de este tipo de quemas y garantiza la viabilidad. En cambio, esa falta de cultura medioambiental lleva, en el caso de España, a que en crisis como la de la colza, en los años 80, o las vacas locas, en los 90, la quema de residuos se hizo en Francia, un país nada sospechoso de que lleva a cabo este tipo de procesos con todas las garantías.
Además, en España, y sin querer entrar en polémicas con otras organizaciones ecologistas, añaden, existen informes como el del grupo WWF, que afirma que el uso de residuos como combustible alternativo tiene un «impacto extremadamente positivo en la cadena de gestión de residuos». En otro párrafo se afirma también que «residuos que han llegado al final de su ciclo de vida, pueden ser utilizados en los hornos de cemento como combustible alternativo».
La fábrica de La Robla no tiene nada que ver con aquella que se fundó en los años 60 del siglo pasado gracias al impulso de la Hullera Vasco-Leonesa. Desde el año 1969, el grupo Masaveu se hizo cargo de la planta y las instalaciones fueron renovadas hace unos años con una inversión de más de 20.000 millones de las antiguas pesetas