JIMENA CUMPLE MEDIO AÑO. EL PROGRAMA DE REINTRODUCCIÓN
La osezna sigue aislada, aunque amplía sus horizontes a un recinto al aire libre
Jimena ha cumplido seis meses y ya se alimenta de carne de ciervo y jabalí .
El veterinario Gabriel de Pedro se mueve con sigilo en los pasillos del Centro de Recuperación de Animales Silvestres ‘Los Guindales’ de Burgos. Es la zona más cercana a los dos recintos, que los expertos denominan ‘mudas’, donde la osezna Jimena, localizada en mayo deambulando sola por una carretera de Palacios del Sil, vive ajena a todo el protocolo de gestión y reintroducción en el hábitat que su aparición ha activado.
En el interior la pequeña osezna juega a la luz del sol de Burgos, que se ha dejado ver en los últimos días, con palos y piedras que se encuentra en su patio, una muda exterior de 5x10 metros de medida, completamente naturalizada, que estrenó sin problemas hace unas semanas. «Es curiosa, muy juguetona y activa» afirma el jefe del Servicio de Espacios Naturales de la Junta de Castilla y León, José Ignacio Molina. Ese carácter explorador de la cría permitió pasar sin problema un nuevo examen, salir a la luz del sol. Lo hace en un espacio cerrado por mallas metálicas, con planchas en sus laterales, para evitar accidentes si trepa, pero abierto en la parte superior para que disfrute de sus jornadas de juegos al aire libre.
Este espacio está conectado con la muda que se ha convertido en su casa desde que llegó a Burgos, tras no localizar a su madre. Un área cubierta para protegerse del sol o la lluvia de medidas más pequeñas, 5x5 metros, que se ha convertido en su hogar desde que se inició el protocolo de actuación que tiene como objetivo su inserción en la naturaleza, salvaje, como llegó. Conseguirlo sería un hito en las políticas de conservación del Oso Pardo ya que nunca se ha logrado con un osezno tan pequeño.
Apenas tenía cuatro meses cuando el minero José María Gómez la encontró y la guardó en el maletero del coche hasta que llegaron los agentes forestales de la Junta. Aquél fue el primer contacto de Jimena con el hombre. Pero en Burgos apenas percibe el constante seguimiento que Gabriel realiza sobre su día a día y que después traslada a los responsables del programa de gestión. Lo que come, como juega, qué hace, cómo le brillan los ojos... «Se hace un registro diario, de forma visual porque no hay contacto humano, se limpian sus mudas cuando ella no está y hemos optado por no pesarla hasta la suelta porque lo peor que le puede pasar es que se acostumbre al hombre, después tendría problemas para adaptarse al medio salvaje y valerse por sí misma», apunta Molina. Ésa es la obsesión desde un inicio y por ello se eligió que su hogar adoptivo y temporal se ubicará en Burgos, «un centro aislado de la actividad humana» y no por el de Valladolid cuyas instalaciones se sitúan junto al Helipuerto del Servicio de Extinción de Incendios. «Si hay una campaña mala de incendios la osezna tendría el ruido constante de helicópteros y aviones y lo desechamos por eso».
El proceso de estar incomunicada con el ser humano no se ha roto dos meses después y a pesar del seguimiento pormenorizado del que es objeto. Si salir al exterior ha sido un triunfo en su día a día, Jimena tampoco es consciente de la importancia de la adaptación en la alimentación de la que está siendo objeto. Cuando llegó se le ofrecía hierba, frutos y leche. Ahora, con dos meses más, se ha introducido en su dieta una mayor variedad de frutas y restos de carroña de carne de corzo y jabalí que llegan al centro procedentes de accidentes. «Son los alimentos que comería estando en el monte, tenemos que hacer una alimentación lo más parecida a la que debería haber tenido en libertad», aseguran los responsables de su atención.
Este protocolo es el que se seguirá hasta que se decida la suelta del animal en hacia el mes de septiembre. El único motivo por el que este programa de aislamiento se rompería sería un comportamiento anómalo de la osezna. Si tuviera vómitos, diarrea, si estuviera apático o decaído «sería una llamada de atención». Durante estos dos meses en Los Guindales «no hemos tenido ningún día de esos». Gabriel y su equipo están completamente a alerta. Ven, desde una pequeña mirilla de la muda, a Jimena jugar con su caja revestida de vegetación o como se mete en el tronco. «Ayuda en el proceso tener a las mismas personas haciendo el seguimiento porque el menor cambio lo perciben inmediatamente» apunta José Ignacio Molina.
Este será, si va todo como hasta ahora, el día a día de Jimena y de Gabriel de Pedro, el veterinario del CRAS Los Guindales que se ha convertido en su sombra. Cuando alcance un peso de 30 ó 35 kilos y tenga un comportamiento esquivo llegará el momento más decisivo. Su liberación en el monte.