Diario de León
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León

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Lo habitual en oseznos de seis meses es que jueguen con sus hermanos. El primer año de vida los osos pardos se mantienen al lado de su madre. Cuando tienen un poco más de un año se desprenden de la familia y comienzan a vivir en solitario. Después tienen encuentros ocasionales con machos en la temporada de celo, que suele durar unos 15 días, y vuelta a la soledad. A no ser que tengan crías con las que están un año. Pero sólo se encargan de su cuidado las madres. Son animales solitarios y esquivos. Tanto que los machos pueden llegar a matar a las crías. La osa madre siempre intenta protegerlas y pueden morir en el intento.

Tras desconectarse de su madre, con tan sólo cuatro meses de edad, Jimena ha estado sola. Vigilada sin saberlo, pero sola. Juega y se alimenta con normalidad pero no tiene compañía con quien jugar, hermanos con los que pelearse por una pieza de fruta o una madre que le enseñe a defenderse en el exterior. Y es ese corto periodo de aprendizaje con la madre el que hace tan difícil de superar este proceso de introducción porque Jimena no ha tenido tiempo de aprender esas costumbres claves para su supervivencia. Y de lograrlo sería un hito.

La más pequeña en conseguirlo ha sido la osa Villarina. Se trata de una osezna que apareció en junio de 2008, con problemas de desnutrición, locomoción y visión y pérdida de equilibrio. Era más mayor que Jimena pero tenía el mismo peso que ésta con tres meses, entre tres y 3,5 kilos. Se soltó cuando tenía entre 20 y 25 kilos de peso y su reintroducción en el medio natural ha sido todo un éxito. Un libro de la Fundación Oso Pardo narra su historia.

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