De las evasiones con victoria a otras tentativas sin éxito
León se caracteriza por ser una provincia relativamente tranquila, aunque en la crónica de fugas de presos destacan varios nombres propios. En 1984, Fernando Pestaña Salvi, de 20 años de edad, consiguió evadirse de la celda número 1 del Depósito municipal, situada en los bajos del Ayuntamiento de Ponferrada, tras incendiar su colchoneta. El guardia de vigilancia abrió la puerta del calabozo al apreciar humo, y el joven condenado por falsificación de documentos oficiales y robo aprovechó ese momento para escabullirse hacia la calle del Reloj.
En 1993, Emilio Rodríguez, de 33 años, logró salir por la ‘puerta grande’ de la cárcel de Mansilla tras convencer a los funcionarios de la entrada para que le dejaran salir argumentando que poseía un permiso de los ‘jefes’. Había ingresado por un delito de estafa, ejercía funciones de auxiliar en prisión y le faltaban pocos meses para convertirse en preventivo.
El bandolero de Omaña
Pero, quizás, el caso más conocido, ya que se rodeó de una cierta leyenda, es el de Salvador Cañueto Cañueto, el bandolero de Omaña , un fugitivo de 54 años que decidió vivir en el monte y sólo bajaba a la civilización para apoderarse de comida, ropa y mantas en viviendas vacías. Se escapó tras aprovechar un permiso carcelario en Puerto de Santa María (Cádiz) en el 2000, regresó al campo y subsistía con pequeños robos. La Guardia Civil no lo consideraba peligroso, pero se le atribuyen incursiones en más de 23 localidades de Omaña, lo que generó cierta alarma. Su pasado como pastor le permitió disponer de gran conocimiento de los caminos. Finalmente le localizó un Guardia Civil que paseaba a su perro cerca de La Bañeza y que supo engañarle hasta que llegaron refuerzos.
La incidencia de evasiones en la provincia es baja y, además, los agentes han intentos como el de Ángel Fernández, de 27 años, en abril de 1990 cuando saltó del furgón en que viajaba; el de un joven en febrero del 2002 que quiso fugarse en un traslado al complejo hospitalario de León; o el ocurrido en Piedrafita (El Bierzo), en febrero del 2004, que movilizó a un centenar de guardias civiles a pie, en vehículos y helicóptero. El preso se escabulló por el hueco de ventilación del furgón que lo llevaba desde A Coruña a Madrid cuando el vehículo se detuvo a repostar. Saltó desde una altura de tres metros y huyó al monte, donde fue localizado. En junio del 2003 también se abortó la fuga de un reo peligroso que trató de salir por la puerta trasera de la cárcel de Mansilla.