Diario de León

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La cuna de la olla ferroviaria

Los talleres de Feve de Cistierna y Balmaseda fueron los únicos que, desde 1930, fabricaron los recipientes que permitían comer caliente a los ferroviarios en sus largas salidas.

Imagen de archivo de uno de los primeros concursos de ollas ferroviarias celebrados en Cistierna.

Imagen de archivo de uno de los primeros concursos de ollas ferroviarias celebrados en Cistierna.

Publicado por
JOSÉ Mª CAMPOS | CISTIERNA
León

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Cistierna vuelve este fin de semana a homenajear los ‘años de servicio’ de las ollas ferroviarias, un utensilio inventado allá por los años 30 por los agentes del ferrocarril de La Robla que pudieron así disfrutar de una comida caliente durante sus largas horas de viaje. La idea, que luego se extendió por toda la línea León-Bilbao, alivió las horas de reemplazo que a veces duraban seis, ocho y hasta quince días, sin poder regresar a sus hogares. De aquellos tiempos hablan los miembros de la asociación de amigos del ferrocarril de Mataporquera, que recuerdan que cocinaban por lo general cocido de legumbres con sus carnes, tocino, chorizo y morcilla, o patatas con carne que sabían «a gloria» tan lejos de casa.

De aquella primera idea surgieron dos tipos de olla, una a vapor que se utilizó por el personal del servicio de tracción —maquinistas y fogoneros— hasta los años 60 cuando la tracción de vapor fue sustituida, en el ferrocarril de La Robla, por la tracción diesel. Fue entonces cuando apareció la olla de carbón vegetal, que se utilizó por el personal de estaciones y el de trenes hasta la década de los 90. A partir de esa fecha, bien porque la situación económica del personal mejoró, bien porque la mayoría de ellos disponían de vehículo propio para los desplazamientos, la olla dejó prácticamente de usarse.

 

Hojalata y porcelana

Los únicos talleres de la línea de Feve en los que se fabricaban las ollas eran Cistierna y Balmaseda, a donde se dirigían todos los maquinistas para realizar el encargo proporcionando previamente un puchero de porcelana al taller. Su estructura se forjaba con una carcasa o un forro de chapa de hojalata, de forma cilíndrica, hermética y con un agujero en el fondo para expulsar el vapor de agua. En su interior se alojaba el puchero, de uno, dos, tres y hasta cuatro litros de capacidad, que por medio de una tubería de cobre recibía el vapor de la locomotora. El calor se introducía en la cámara habilitada entre la carcasa y el puchero y por medio de un grifo disponible en la carcasa se controlaba el vapor para la cocción del guiso

Hace ya veintiún años que la asociación de ferroviarios San Fernando de Cistierna celebra el concurso de ollas ferroviarias para recordar a los ferroviarios de antaño. Este año la cita será el próximo domingo, con más de 600 euros en premios, y con el director de Diario de León, Pablo R. Lago, como mantenedor. La alubia volverá a ser el ingrediente principal, enriquecida con morcilla, tocino, chorizo y carne.

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