CARTA TE ESCRIBO
El panadero de Castrillo
Martín Martínez
Querido hermano: Dice Nolete —y no le falta razón— que hasta los refranes se han trastornado de unos años a esta parte. Ya sabes cómo es de radical y todo lo achaca a los políticos o a los curas. Unos y otros le sirven de pim-pam-pum de feria. Me decía ayer —vete a saber cuando te llegará ésta— que siendo rapaces decía el abuelo: «pasada le Encina, el invierno encima»; bueno, unos años sí, otros no, «asegún». En este fin de verano, a la espera del otoño, sí que ha seguido el calor, cosa buena para los vendimiadores que ya han iniciado la campaña, esperando tenga una buena prolongación.
Sabrás, hermano, que en esta banda están por poner a Leopoldo Panero en un pedestal –que ya Amaya esculpió en 1974- y darle el lugar que le corresponde en el mundo de la poesía.
Perandones y Huerta en Astorga, Morelli en Italia y Gaspar Cuervo, este en el municipio de Valderrey, son los adalides de tal empeño. De lo de Astorga, querido, te he informado largo y tendido en estos últimos diez años. Por ello, hoy quiero echar un cuarto a espadas por el Ayuntamiento de Valderrey, que preside Gaspar, el panadero de Castrillo de las Piedras. Se ha empeñado –y lo va consiguiendo- en hacer del monte de Castrillo un eje sobre el que descanse «el peso del mundo». Quiere que «Villa Odila», aquel sueño del estrafalario y vivales abuelo Quirino hecho añicos por los hijos de Leopoldo en connivencia con su esposa Felicidad, levante el vuelo cual ave Fénix. El fin último es que algún día podamos contemplar un edificio cultural, un palomar circular al estilo terracampino, unos arriates bordeando canalillos de riego y rosales entre las encinas que no se truequen en rosas mosquetas. Si lo consigue - camino lleva- sería el mago Merlín y la cantera de «piedras lucientes» que alberga el Monte, andarían alumbrando los pasos de Panero por entre las carrascas, y de los peregrinos en busca del puente Valimbre. Pues si ha sido capaz de poner en valor el tramo de Vía de la Plata del municipio a pesar de las zancadillas, será cuestión de tiempo y paciencia lo de Panero.
Como inicio de esos sueños, ha involucrado en los mismos a la Corporación Municipal y a las fuerzas vivas del municipio, aunque no sean muchas por aquello del síndrome de la despoblación; lo cual no le arredra porque busca y encuentra apoyos sin cuento; como la designación de cronista oficial a favor del escritor y poeta Martínez Oria; o los que llegan desde allende el océano enmarcado en los parientes de Panero en La Laguna canaria.
Empeño este de Gaspar a tenerse en cuenta, digno de admiración y encomio. Me vienen a la memoria aquellas discrepancias que tuvimos hace unos años a cuenta de un almacén de cenizas que el patrocinaba, con su buena voluntad, para el polígono municipal. No hubo lugar a ello; por eso, ahora me gustaría saber su opinión sobre esa pretendida granja de ganado vacuno de leche, que LAR proyectaba en término de Valderrey.
Mi opinión ya la sabes, hermano. Los pueblos, el mundo rural debe oler, esencialmente, a vacas, a ovejas, cereales y forrajes. Si el olor acre de los excrementos, que tanto disgustan a los veraneantes que huyeron del arado, llega a desaparecer, ten por seguro que desaparecerán los pocos campesinos que nos quedan; seguirán el rastro de los médicos rurales, los veterinarios, los curas y ahora los niños nacidos en esos pueblos, con escuelas foráneas. Y así nos ha ido, querido.
Gaspar, el panadero de Castrillo de las Piedras y alcalde del municipio de Valderrey, está empeñado en revitalizar la Sequeda; y a fe que puede conseguirlo, pues no anda con sueños. Está lejos de los alcaldes de la capital provincial o de los responsables de la Diputación con ese estrafalario sueño del aeropuerto que Dios confunda. Pues campo para el aterrizaje sobre en la Sequeda. Cuídate hermano.