El arma homicida del triple crimen de Degaña nunca apareció
La Guardia Civil estima que las heridas de las víctimas no las causaron los dos cuchillos intervenidos.
El juicio que se sigue en la Audiencia de Oviedo contra el leonés José Manuel Álvarez por el triple crimen de Degaña continuó ayer con un especial protagonismo para del arma homicida, que, según los guardias civiles que ayer prestaron declaración, nunca se encontró.
Los agentes que inspeccionaron la escena del crimen (un hombre y una mujer), los psicólogos que recogieron el testimonio de los hijos de Silvia Brugos y José Manuel Álvarez , uno de los guardias que detuvieron al acusado y los que revisaron su coche contestaron ayer a las preguntas de las partes e incluso del presidente de la Sección Tercera, que quiso aclarar la medida del cuchillo que dio muerte al novio, un hermano y el padre de Silvia Brugos, y causó heridas a su madre y a ella.
Los guardias que realizaron la inspección ocular en la casa de los Brugos, escenario del crimen, relataron que el acusado tan sólo necesitó dos golpes con la maza en la puerta de la vivienda, para derribarla y entrar en el domicilio. Confirmaron que la puerta de la primera planta, donde se encuentran los dormitorios, no estaba cerrada con llave y que los moradores trataron de que el acusado no pudiera franquearla, según se desprende de las marcas que mostraba.
Al igual que en el primer día del juicio, las partes insistieron en los cuchillos encontrados en el lugar. Uno roto, situado aproximadamente a un metro de uno de los fallecidos, Roberto Brugos (hermano de la ex mujer del lacianiego al que se juzga), cuya hoja se había separado del mango; y otro jamonero. El primero mide 28 centímetros, incluida la empuñadura, y tiene 4 de ancho. La longitud del segundo alcanza 25 centímetros y se trata de un cuchillo que podría encontrarse «en cualquier domicilio».
Reseñaron que en el exterior del edificio se encontraban aparcados tres vehículos de la familia y un cuarto en el garaje y añadieron que los primeros tenían rajadas las ruedas y que en éstas se encontraron muestras de sangre de las víctimas y del acusado, por lo que los daños que Álvarez reconoció haber causado en los automóviles fueron posteriores a la agresión.
También parece claro que José Manuel Álvarez entró en la casa, se dirigió a la habitación donde aquella madrugada compartían lecho su ex mujer y su novio, Jorge Marqués, a los que apuñaló. La intervención del hermano fallecido y del padre, el primero en morir, consiguió sacar de la casa al agresor, que entonces lanzó un segundo ataque.
Ante la petición del presidente de la sala sobre si los guardias deseaban añadir algo más a su manifestación, la agente opinó que por el número de puñaladas que sufrió Jorge Marqués y su distribución por todo el cuerpo «no creo que pudiera ofrecer gran resistencia al agresor». Además, «existe una tercera arma que no apareció», con la que se rajaron las ruedas de dos turismos y un todoterreno de las víctimas. Un arma más poderosa, que sirvió para rajar las ruedas del 4x4, cuyo corte resultó difícil «en las pruebas que se realizaron en el laboratorio».
«De doble filo»
Un oficial de la Guardia Civil que declaró a petición de la acusación particular añadió que «por el tipo de heridas consideramos que no se ha encontrado el arma» del crimen, «tanto por la profundidad como por la anchura» de los cortes que presentaban las víctimas. Este hecho, «unido a que apareció una funda de machete en el coche del acusado y los testimonios de dos víctimas que vieron un arma de doble filo» concuerda «con la primera declaración del arrestado», que señaló que había arrojado los instrumentos que empleó por la ventanilla del coche cuando huía.
Un relato completo
Dos psicólogos de la Guardia Civil que reconocieron a los dos hijos de Álvarez y Brugos al día siguiente de la tragedia y recogieron sus testimonios ante las partes indicaron que su relato fue «espontáneo y abundante en detalles». Los menores acompañaron sus explicaciones «con gestos», sin que se aprecie manipulación alguna de las partes ni invención y sin que rectificaran sus afirmaciones. Ante una narración completa las partes, que observaron el relato sin ser vistos, casi no necesitaran formular preguntas a través de los psicólogos.
Al igual que en la primera jornada del juicio, José Manuel Álvarez volvió la cabeza al lado contrario al que declaraban los testigos.