Diario de León

UNA HISTORIA FANTÁSTICA

La mastina es la madre del cordero

Sena perdió a sus cachorros y amamantó a un cordero del rebaño trashumante de Vegarada. Érase una vez una mastina que perdió a sus cachorros... Y se convirtió en oveja. Parece un cuento pero es la historia real de Sena. La mastina amamantó a un cordero huérfano de ubre por ser fruto del parto triple de una oveja.

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ana gaitero | león
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Donde hay un pastor hay una historia. Y si es trashumante, cientos. José Ángel Escalona, ganadero de Redipuertas que hace el invierno, y la vida familiar, en Trujillo (Cáceres), lleva más de 20 años en la trashumancia. «Mi rebaño se come dos primaveras», suele decir este ganadero hijo y nieto de pastores.

Sus 1.200 merinas ya pastan por las praderas de Vegarada, en las fuentes del Curueño. Transportadas en camiones hasta la majada de la montaña, hizo el último viaje desde Extremadura a León el lunes. Y con las ovejas vinieron también los mastines y los careas que ayudan al pastor a cuidar el rebaño y a gobernarlo.

Sena es una de sus mastinas favoritas, a la que bautizó con el nombre del pueblo donde nació. Sena de Luna es tierra de mastines y con Sena, la mastina, viene este verano una historia fantástica por lo tierna y singular porque se juntaron las desgracias con las venturas de la vida. «La mastina perdió sus cachorros y adoptó a un cordero que era trillizo», cuenta el ganadero. Así fue como Sena se convirtió en la madre del cordero.

Pero, ¿vale la leche de una perra, por muy mastina que sea, para un cordero? Parece que sí. Al menos durante unos días le prestó sus ubres al borrego. «Luego le pusimos con otra oveja recién parida a la que se le murió el cordero», explica. Si la mastina se consoló de su pérdida con las succiones del cordero es un misterio; lo cierto es que la perra, dócil y tranquila, dejaba que la cría de la oveja se arrimara a sus mamas, como muestran las fotos que realizó el ganadero en su majada extremeña.

José Ángel Escalona presume de distinguir a todas sus ovejas, no por los berridos. El cordero que fue amamantado por una mastina, como cuenta la leyenda que una loba alimentó a Rómulo y Remo, salió adelante y fue vendido por el ganadero como uno más. Un cordero sin nombre. Los pastores conocen a sus ovejas pero no las bautizan, las marcan con su emblema de ganaderos pintado sobre cada res. «Lo vendí con los demás», contesta el ganadero sin más detalles. La carne y la lana son la base del negocio de las merinas trashumantes y trasterminantes.

José Ángel Escalona no sólo es hijo y nieto de trashumantes sino que por su sangre corre sangre leonesa y extremeña. El intercambio histórico entre León y Extremadura gracias a la trashumancia está en su árbol genealógico. «Mi abuelo era extremeño, de Monterrubio de la Sierra, vino aquí de pastor y se casó». Y eligió la montaña para vivir. Su nieto optó por Extremadura. Era la mejor forma de dar escuela y un hogar más estable a las dos hijas que tiene, una de ellas veterinaria en ejercicio en la actualidad.

El padre de José Ángel Escalona llevó la vecera del pueblo y su hijo se decantó por la gandería desengañado a tiempo por el trabajo en la construcción. Es el único ganadero leonés que realiza la trashumancia. La otra ganadería que trashuma desde tiempo inmemorial a los puertos de Torre de Babia es extremeña.

El rebaño de Escalona pasa el verano entre los pastos de Vegarada y Río Pinos. El pastor puede ir a dormir a la casa familiar de Redipuertas gracias a que dispone de una nave para que las ovejas duerman bien resguardadas durante la noche.

El aprovechamiento de los pastos de alta montaña de los puertos merineros leoneses es rentable por la calidad del alimento y proporciona terreno a los ganaderos para acogerse a las ayudas de la Política Agraria Común (PAC). Las merinas de Escalona ya pastan en las praderas del Alto Curueño: «En Trujillo está todo seco». Y Sena cuida del rebaño.

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