Territorio con división de opiniones
El principal escollo que la creación de la Gran Cantábrica Leonesa debe superar es la de poner de acuerdo a los municipios sobre los que se asientan las siete reservas de la provincia.
Son precisamente las más activas, las que están en contra de unificar la figura en una. Es el caso de Babia, cuya presidenta Lina Freire, considera que la fusión tiene numerosos inconvenientes. «Yo por naturaleza soy de unir, pero en este caso no sé como ya que creo que es muy difícil poner de acuerdo a todos los intereses de la montaña leonesa». Freire asegura además que su reserva «funciona muy bien, dentro de sus posibilidades, y que cumple con todos los objetivos marcados por la Unesco», por lo que no teme a la revisión de su reserva que se acometerá el año que viene.
De la misma opinión es la gestora de la Reserva de Alto Bernesga, Beni Rodríguez, que considera que «crear la Gran Cantábrica requeriría hacer una nueva candidatura a la Unesco, con nuevos criterios de zonificación y nuevos compromisos, lo que requeriría mucho trabajo y mucho tiempo de espera hasta que sea declarado». Además asegura que la iniciativa tendría que partir de una gran institución, como la Junta o la Diputación, y que además todas las reservas deberían estar de acuerdo. El alcalde de La Pola de Gordón, Francisco Castañon, perteneciente a esta reserva, apunta que «nos quieren meter a todos en el mismo saco y partimos de un desequilibrio muy importante. Lo que tendrían que hacer es potenciar a todas para que por fin echen a andar», apunta.
De distinta manera piensa Manuel Rodríguez, presidente Omaña y Luna y alcalde de Riello, que ve en la Gran Cantábrica el futuro para las reservas leonesas. «Estas todas muy fragmentadas, y en espacios muy pequeños, tendríamos que dejarnos de localismos y pensar en la montaña leonesa como un gran espacio común». Rodríguez considera además que muchas de las reservas, como la suya, tienen graves problemas de gestión, por lo que se debería crear una sola gestionada por la Junta.