Los hombres de Joarilla la toman con los fogones
Un cocinero vasco jubilado reúne cada martes a los vecinos, al cura y al alcalde, en un exitoso curso de cocina .
Agustín Cuesta abandonó el País Vasco para recalar en Joarilla de las Matas pero no dejó atrás su pasión, la cocina, en donde desarrolló toda su vida profesional al mando de los fogones del Trugstore Flash bilbaíno y del Scala Vitoriano. Ya jubilado, se armó de valor y decidió afrontar un reto de consecuencias impredecibles: enseñar a cocinar a los hombres del pueblo. Puesto manos a la obra, su iniciativa ha causado revuelo en esta localidad de 185 habitantes en donde las mujeres han visto, perplejas, como los mandiles ‘vuelan’ de casa a las ocho de la tarde de cada martes.
Todo surgió, asegura Agustín, gracias al «buen rollo» entre los vecinos «y las ganas de ocupar el tiempo en algo más que la partida de cartas en el bar». La idea cayó bien y ya son 25 los principiantes que se reúnen para hacer sus pinitos en los fogones, entre ellos, el alcalde, Santiago García Mencía, y el cura, Jorge Garía Rodríguez.
No se andan con bobadas, así que desde el primer día el menú cuenta con primer plato, segundo y postre, viandas que luego son se degustan en el homenaje culinario que se dan los presentes y en donde, se supone, no faltarán los elogios al buen hacer del jefe de cocina.
«Elaboro los menús del día, los plasmo en unos folios con sus indicaciones y en el local de la asociación nos ponemos manos a la obra», asegura Agustín, satisfecho de una iniciativa en la que «participan todos» y en donde, si no sobra talento, si que no faltan buenas intenciones. Por supuesto, como comer no es gratis, cada participante abona 10 euros por sesión para crear un fondo común con el que abastecer la nevera de la materia prima.
«Es todo un éxito», insiste el cocinero jubilado, que ve en el cursillo, más allá de los conocimientos que se imparten, un buen foro para fomentar la amistad entre los hombres de Joarilla. «Me siento orgulloso del interés que ponen todos en aprender el mundo de la cocina», señala Cuesta, que sabe ya que las lenguas del lugar (malas o buenas) han hecho correr la noticia y son más de uno los pueblos de alrededor que barajan acoger la experiencia, algo que «nos plantearemos con el tiempo». Será que ya se notan los avances en los pinches, que la comida está bien o que se lo pasan aún mejor, que también las mujeres del lugar quieren su curso, así que Cuesta ya está buscando hueco en la agenda.
El día del reportaje, el menú fue ‘ligero’: patatas guisadas con cordero, albóndigas de segundo, y brochetas de fruta de postre. Buen provecho.