Diario de León

Al mal tiempo, bicicletas

La popular marcha a Castrotierra reúne a 600 inscritos y más de 2.000 personas que pedalean para llegar al alto del santuario.

La cita congrega a participantes de todas las edades, aunque los niños ganan en protagonismo.

La cita congrega a participantes de todas las edades, aunque los niños ganan en protagonismo.

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a.g. valencia | la bañeza
León

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Pedales, bicis y cascos. Los bañezanos han encontrado el remedio al cielo nublado. Nada les paró y mucho menos frenó ayer sus ganas de pedalear hasta Castrotierra. Es una costumbre y el primero de mayo las piernas trabajan a base de bien en la ciudad. Como cada año, desde hace 36, las dos ruedas iban asomando por los alrededores de Andén de Asociaciones antes de que el reloj marcara las once. Niños y abuelos, padres e hijos, también abuelas y como no grupos de amigos y aficionados al deporte se calzaron las zapatillas para dar sentido a una nueva edición de la Marcha Popular a Castrotierra en bicicleta, esa que cada año ocupa el 1 de mayo.

La iniciativa, organizada por el Club Ciclista Bañezano, es una de las actividades con más solera de cuantas se organizan en La Bañeza. Una cita que pasa de generación en generación. Por eso no es raro ver a familias enteras dando pedales para completar los doce kilómetros que separan la ciudad del santuario de la Virgen del Castro.

Todos los años se completa el mismo recorrido, ese que, como recuerda Federico Abajo Ares, el presidente del club, realizaron hace ya más de tres décadas cuatro amigos. Aquel fue el germen de esta iniciativa que con el tiempo se fue abriendo a todos los vecinos. Tanto que ayer se inscribieron cerca de 600 personas a la marcha, aunque al final fueron más de dos mil los participantes. Muchos se van sumando en los pueblos, otros participan desde La Bañeza, y algunos se acercan a comer a Castrotierra, el mismo menú desde hace 36 años; sardinas y bocadillos.

Aunque con la mirada puesta en el cielo, que amaneció bien oscuro, los organizadores decidieron que se salía. «Nunca se ha suspendido», dijo Ares, y este año no iba a ser una excepción. Por eso, poco a poco se fue ambientando la carretera y pasadas las once comenzó la ruta. De La Bañeza a Santiago de la Valduerna, de ahí a Ribas para pasar por Palacios y ya ver asomar Castrotierra. El último empujón para subir al santuario, más o menos hora y media después de que los pedales comenzaran a dar rienda a este tour por la Valduerna.

Antes de salir, la foto de rigor y una vez en el punto final, otra. Alegría al mal tiempo. Tradición sobre dos ruedas. Estas son las recetas de este evento, que trata de mantener una cita que cada año gana en adeptos y trasmitir desde la diversión el amor por el ciclismo. No es una carrera, ni tampoco hay diferencias por edades o conocimientos. Todos juegan en la misma liga, la de pasar un día estupendo y poner el sol aunque no haya salido

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