Diario de León

PRIMER ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL GREIM

El deportista que sobrevivió al accidente de la Polinosa aún no ha curado sus heridas

Damián Ramos, al que rescataba el helicóptero de la Guardia Civil siniestrado, no puede evitar un sentimiento de culpa.

Damián Ramos.

Damián Ramos.

Publicado por
A. Domingo | Redacción
León

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Le tocó el papel de rescatado y tuvo la enorme suerte de salir vivo de una tragedia que costó tres vidas. No se considera protagonista de lo ocurrido en el pico de la Polinosa, en el municipio de Maraña, el 24 de agosto del año pasado, y, aunque las familias de los fallecidos se han llevado el golpe más cruel, los últimos doce meses no han sido fáciles en absoluto para Damián Ramos Sánchez, coruñés de 29 años, piragüista internacional, que participaba en la carrera extrema de montaña en la que se rompió la pierna.

Un año después no puede evitar emocionarse cuando recuerda lo ocurrido. Aún le cuesta dormir. No puede evitar el sentimiento de culpa y a la herida del alma se une la de su tobillo derecho. La primera intervención quirúrgica no salió bien: Los huesos no quedaron alineados y rozaban porque había perdido tendón y le recomendaron que se fijara el tobillo. Acostumbrado a pelear por su condición de deportista, no se conformó con una alternativa que le condenaba a la cojera y, después de consultar con especialistas de distintas ciudades, dio con un traumatólogo que se atrevió a injertarle cartílago de una rodilla en la articulación afectada y ahora se acerca a tres meses de una rehabilitación esperanzadora y aunque muy posiblemente no vuelva a competir, ya camina sin muletas.

A Ramos el accidente le quebró algo más que la tibia, el peroné y el astrágalo. Le dio la vuelta como a un calcetín. Incluso regresó a casa de sus padres ante la necesidad de que le ayudaran «para hacer cualquier cosa, llevarme al médico...». «Cambió mis valores y mis objetivos» y después de 28 años centrado en el deporte, la competición y su trabajo como ingeniero industrial en una consultora, «mis objetivos ahora son disfrutar de mi familia y de mis amigos y recuperarme». Lo que no ha variado es la inmensa gratitud a quienes acudieron a rescatarle y no le importaría visitar a las familias de los tres fallecidos si no tuvieran inconveniente: «Me encantaría darles las gracias».

Su testimonio fue noticia. Los medios se volcaron con el atleta rescatado dos veces en pocas horas después de pasar una noche en Picos de Europa con una fractura abierta de tobillo. «Los primeros días había muchos periodistas con interés de saber qué había pasado y hablé con ellos. Pero luego... Luego no me gustó lo que buscaban y, además, tengo claro que no soy el protagonista». No concedió entrevistas, pero colaboró en la filmación del vídeo que uno de los compañeros de los fallecidos realizó en homenaje a los pilotos del Servicio Aéreo de la Guardia Civil, el capitán Emilio Peláez y el teniente Marco Antonio Benito, y al especialista de montaña, José Martínez Conejo, los héroes de esta historia, y que se exhibió en jornadas de montaña, con una gran aceptación del público.

«Si no me hubiera tirado por ahí nada de esto hubiera pasado». Pero en esta oscuridad que nadie entiende —menos aún quienes la atraviesan— brotó la amistad entre los dos supervivientes: el deportista lesionado y el sargento del Grupo Especial de Rescate e Intervención en montaña (Greim) Enrique Ferrero mantiene una relación de amistad. «Vino a verme la primera vez que me operaron. Mantenemos el contacto por teléfono y WhatsApp. Me salvó la vida y, aunque no tenemos mucho trato por la distancia, aquello nos unió. Compartimos una tragedia muy grande». Ahora que se acerca el aniversario del siniestro han vuelto a hablar. Ramos se interesó por cómo están los ánimos en la unidad de Sabero. Entre sus ilusiones está visitar el pueblo cuando reciba el alta «y dar un paseo o una vuelta en bicicleta, no sé lo que podré hacer, con Kike», como se refiere al sargento del Greim.

Conserva recuerdos absolutamente nítidos de aquel día, mezclados con otros confusos. Los detalles de su caída y del accidente del helicóptero son precisos. Son las horas de espera del rescate y lo que ocurrió después lo que se difumina. «El primer recuerdo es la caída. Soy consciente de que se desprende la roca y de que vuelo por la montaña. Otra cosa son las ocho horas que pasan hasta que llega el helicóptero —el accidente se produjo por la noche— por el dolor». Después queda «grabado a fuego el momento en el que las aspas del helicóptero tocan la pared y cómo Kike me aparta y me protege con su cuerpo. Eso lo recuerdo tan bien como el primer día. Lo que sucedió después, ya no tanto».

Ahora que es capaz de afrontar tres horas diarias de rehabilitación —cuando fue internacional con la selección de piragüismo entrenaba seis horas al día— y que se recupera con cierta rapidez, recupera el optimismo en el futuro. Cada vez ve más cercano el regreso a una vida normal, cuyo trajín le ayudará «a no estar tan pendiente de la vida», a superar el trauma, porque «aún estoy rehaciendo mi vida».

 

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