Diario de León

De la herencia del abuelo al cielo

El cerebro de una empresa que combinó la construcción con el transporte aéreo.

Rogelio Fernández.

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A Rogelio Fernández, Geli, el constructor que perdió la vida con su familia en el accidente de Cuenca, y a sus hermanos el afán emprendedor les viene de su pueblo de origen, Jiménez de Jamuz, y la profesión, «del abuelo Chavetas, que a todos sus hijos les enseñó como herencia el oficio», relataba ayer su primo carnal y alcalde de Santa Elena de Jamuz, Jorge Fernández. El empresario y piloto comenzó a trabajar en la construcción con su padre y sus hermanos, José y Vicente, y después de «mucha obra de piso, fundaron la empresa Los Chavetinas, Construcciones y Servicios», que luego diversificó el negocio en el sector de la hostelería, con la construcción y apertura del Apartahotel Infanta Mercedes en La Bañeza y en Madrid —el negocio en la capital del país se vendió— y, más recientemente, la apertura de un centro de reciclaje de residuos de demoliciones y obras y de una planta de compostaje de la pulpa procedente de la fábrica azucarera de La Bañeza.

La fuerte crisis económica, que afectó especialmente a la construcción, frenó el arranque de la estación de reciclado de residuos de obra, una empresa que se consideraba muy necesaria para una comarca que carecía de ésta y cuya puesta en marcha permitió trasladar la grava de la finca El Busto, donde se almacenaron durante años residuos sólidos urbanos, a un centro adecuado para su tratamiento.

De los edificios que la empresa levantó en La Bañeza en la zona del apartahotel no sólo modificaron una de las fachadas de entrada a la ciudad, también le dieron a ésta la plaza de Quevedo, un gran espacio abierto —uno de los mayores de la ciudad, si no el más amplio de los urbanizados—, que se ha revelado como espacio de ocio habitual y lugar en el que organizar distintos acontecimientos, especialmente, espectáculos en fiestas.

Otras edificaciones en las plazas de Romero Robledo y del Carnaval convierten a la empresa familiar en artífice de las zonas residenciales más modernas de La Bañeza.

Rogelio Fernández, el mediano de los tres hermanos y el estratega de la empresa, fue el principal promotor del aeródromo de Pajares de los Oteros, un proyecto en cuya rentabilidad siempre creyó y puso en marcha gracias a su espíritu de empuje y al de sus socios y que, sobre el papel, muchos no habrían dudado en archivar en el cajón del olvido, como otros tantos de los que se proponen en la provincia. Ya pilotaba años antes de que en los Oteros comenzara a materializarse un proyecto que pretende conjugar el transporte aéreo con el del ocio.

Estaba casado con Mari San Juan, nacida en Cebrones del Río, pero vecina de La Bañeza desde siempre. El matrimonio, aún joven —ambos tenían 50 años—, tenía dos hijas: Elisabeth, de 25 años, que había acabado sus estudios como aparejadora y participaba en el proyecto del aeródromo, y Yolanda, de 22, estudiante de Económicas, a la que faltaba sólo un curso para terminar sus estudios.

La herencia del abuelo Chavetas pervivirá en José y Vicente, compañeros de aventura de un hombre que llevó el legado familiar de los ladrillos al cielo.

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