Muñoz dejó de usar móviles cuando creció la presión policial
El sospechoso dejó de usar sus móviles el 15 de julio de 2015, coincidiendo con los momentos en los que la presión de la policía sobre su persona se hizo más intensa, pero ofreció argumentos que no convencen a la investigación para explicar su forma de proceder.
«Hubo una época que empecé a escuchar pitidos y cosas raras y deduje que me habían pinchado el móvil. Yo creo que tengo derecho a guardar mi intimidad para mis cosas personales y no tenía por qué permitir que se enteraran de lo que hablaba, aunque no eran cosas ilegales. Solamente hablaba de mis asuntos, de mi niña y de mis cosas».
No obstante, el análisis del tráfico de llamadas de los móviles del investigado arroja un dato inquietante. Siendo habituales sus conversaciones paulatinas con la madre de su hija y de una duración no mayor a los diez minutos por término medio, la noche del 5 de abril, precisamente el día en que según su confesión se produjo el crimen, habla con la que fuera su pareja durante 47 minutos. El informe técnico de las llamadas se mezcla con otro de carácter psicológico en el que los investigadores llegan a la conclusión de que podía encontrarse efectivamente arrepentido de lo que había hecho horas antes y necesitaba descargar con alguien de su confianza. De ahí que esa noche la conversación, siempre según la Policía, se extienda más de lo que era habitual y que la persona elegida para ese posible acto de descarga emocional sea la madre de su hija.
Muñoz Blas se refiere a la que fuera su pareja en términos de cierta neutralidad y no es crítico con ella: «Simplemente llegó un momento en el que había que darle un espacio a la relación y decidimos que cada uno fuera por su lado».
En otro momento del interrogatorio, Muñoz negó ante la jueza que hubiera dicho a la Policía durante el traslado que sabía que la víctima estaba muerta: «Me acordé de que había pasado por una zona en la que olía mal, pero nunca dije que supiera que había un cadáver. Tardamos más de media hora en encontrarla». Muñoz se negó a mirar el cadáver cuando lo encontraron, según reconoció. «Supuse que no hacía falta». Insistió en que la Policía mentía: «Yo no les dije al bajar del helicóptero que les iba a decir dónde estaba la chica. Sí es verdad que me presionaron y que me amenazaron, yo la verdad es que lo flipé un poco».
El fiscal de la instrucción, Emilio Fernández, hizo incidencia en el primer interrogatorio en la existencia de flechas que desviaban a los peregrinos de su camino auténtico. Lo hizo amparado en los testimonio de varias peregrinas que afirmaron que en esa zona del Camino había indicaciones erróneas: «Nunca he visto ninguna que mande ir a la gente hacia mi casa. Eso lo pinta la gente de Castrillo de los Polvazares para que los turistas entren por el pueblo a hacer consumiciones. Yo no me dedico a eso», afirmó entre sonrisas. «No tengo por qué hacerlo».
En casa de Muñoz Blas se halló un gorro que la Policía sostiene que es el mismo que llevaba la víctima: «Ese gorro es mío, es el que usé para pintar. Sé lo que tengo en mi casa y no hay nada de eso. Si está dentro de mi casa, alguien lo habrá tirado ahí porque yo no lo he cogido». Respecto a la procedencia de los 1.300 dólares que el sospechoso cambió y que se presume que llevaba encima Denise en el momento en el que fue atacada, afirmó haberlos encontrado «tirados en un descansillo de la iglesia de Valdeviejas. Encontré una riñonera y dentro estaba el dinero. No había documentación, por eso no lo devolví a la Policía». Esperó cinco días después del hallazgo, que se produjo «a mediados de abril», según su versión.
Insistió la jueza en preguntar por qué si sospechaba que tenía el teléfono pinchado y había notado el olor, en lugar de denunciar a la Policía lo que había ocurrido, decidió sin embargo irse de su casa: «Puedo irme cuando quiera, pero no pensé que me pudieran perseguir. Recogí las placas solares para que no me las robaran. Tenía 38.000 euros escondidos en la caseta de herramientas y lo guardaba ahí porque no tenía obligación de declararlos».