Diario de León

SALÓN INTERNACIONAL DEL CHOCOLATE DE ASTORGA. PREGÓN

«Por Astorga no se puede pasar con prisa; hay que saborear una taza de chocolate»

Publicado por
LUIS DEL OLMO
León

Creado:

Actualizado:

H ay que tener mucha osadía para hablar en Astorga del chocolate. Es como ir a casa de Maruja Botas a explicarle cómo se hace un cocido maragato. Pero en fin, a los paisanos se nos permite todo, y más en mi condición de jubilado jubiloso. Ya sé que lo que voy a decir del chocolate os lo sabéis todos de memoria, pero a mí me gusta repetirlo, para demostraos que he venido con la lección aprendida.

Pues bien, igual que Xoximilco o Xochicalco, Xocoalt, o lo que es lo mismo, chocolate, es una palabra azteca, que significa bebida amarga, y estaba tan introducida en su cultura que se han descubierto vasijas con restos de cacao, que datan del 1.100 antes de Cristo.

Quien descubrió el chocolate para el Viejo Continente fue Hernán Cortés. Al conquistador extremeño le llamaba la atención que los aztecas, para vencer el cansancio, tomaban una bebida negra y amarga. Aunque extrañó su sabor, la consideró un tesoro digno de ser llevado a España para asombro de la Corte.

Astorga se encuentra con el chocolate con ocasión de una boda. Cuando Hernán Cortés quiso casar a una de sus hijas con el hijo del marqués de Astorga, le ofreció como dote un cargamento de semillas de cacao. El marqués valoró mucho la dote, lo cual demuestra que los astorganos no se chupan el dedo, si no está bañado antes en chocolate.

Desde entonces el cacao se hace medio astorgano, y sus artesanos más cualificados se hacen chocolateros. Para distribuir su mercancía por todos los rincones de España cuentan con los maragatos, que son los primeros vendedores ambulantes de aquella golosa España. Desde entonces hasta ahora, por Astorga no se puede pasar con prisa, es obligatorio detenerse a saborear una taza de chocolate caliente bañada con los bizcochos y las mantecadas de sus afamadas confiterías.

Uno de los primeros degustadores del chocolate, cuando aún estaba en territorio azteca, fueron los miembros del clero que acompañaron a los soldados de Hernán Cortés. Gustó tanto la bebida, una vez endulzada, claro, que cuando el chocolate llegó a Europa, los clérigos fueron sus más eficaces propagadores. Una diócesis tan importante como Astorga tampoco se iba a quedar atrás, sobre todo cuando tenía tan a mano las chocolaterías. El chocolate se hizo tan popular entre las sotanas, que cuando aún se decía misa en ayunas, se llegó a consultar al Papa si se podía tomar antes una tacita de chocolate. La respuesta fue que el chocolate no rompía el ayuno, siempre que no se le adjuntara leche o huevos. Lo cual quiere decir que hasta en el Vaticano, eso de tomarse de buena mañana una taza de chocolate era una costumbre natural y sobre todo muy pía. Los teólogos llegaron a la conclusión de que el chocolate era una bebida indicada a las personas dadas al estudio como los licenciados o a las tareas espirituales, como los canónigos. En algunas catedrales españolas del barroco se pueden contemplar las ‘Salas del chocolate’ ubicadas junto a la sacristía, para que los sacerdotes pudieran saboreara su chocolate después de celebrar los oficios.

Estamos hablando de tazas porque el chocolate fue una bebida hasta bien avanzado el siglo XIX. En 1828 fue empleada la primera prensa hidráulica para la extracción de la manteca de cacao. Los descubrimientos técnicos posteriores convirtieron lo que era bebida en algo sólido y a finales del XIX y primeros del XX surgen las elaboraciones de chocolate en barra o en bombones. Los astorganos no se quedaron atrás en estos avances técnicos. En el extraordinario Museo del Chocolate se pueden encontrar molinos y prensa, made in Astorga.

El árbol del Cacao necesita un clima tropical, así que en vista del crecimiento del consumo, Europa buscó nuevas plantaciones en sus colonias africanas. Los españoles comienzan en 1730 el cultivo en Guinea, de ahí lo de la canción del negrito del África tropical.

Un poco más tarde, el naturalista Linneo, que fue el científico que más especies de animales y vegetales bautizó, asignó al cacao el nombre científico de Theobroma que en griego significa alimento de dioses. Su nombre científico anterior era de amigdale pecunie (almendras del dinero). Se llamaba así, porque para comerciar con los aztecas, los conquistadores españoles, en vez de monedas, utilizaban semillas de cacao. Y eran valiosas. Por diez granos de cacao, si uno tenía hambre, se podía conseguir una liebre o si el hambre era distinta, podía alquilar una prostituta, y con un centenar de granos se podía comprar un esclavo.

Felizmente el cacao bajó de precio y se hizo asequible a todas las capas sociales. Hoy día, para hacerlo más popular si cabe, contamos aquí con el Salón Internacional del Chocolate y la campaña ‘Astorga, Sabor a Chocolate’.

Bueno, para animar aún más esta fiesta de sabores, entran en escena los maridajes. Estamos casamenteros, pues no en vano el chocolate llegó a Astorga con ocasión de una boda.

Hoy casaremos el chocolate con el vino. Ojo, son dos personalidades muy fuertes, nada fáciles, que no se conforman con cualquier apaño. Para lograr un buen maridaje, el chocolate tiene que ser excepcional, y el vino también.

Tanto el chocolate como el vino nacieron muy separados geográficamente. Si el chocolate procede de México, el vino nació en Persia. Y miren por donde, lo que separó la geografía lo ha unido la historia. Y ahora, los mejores chocolates del mundo, que son los de Astorga, son vecinos de los mejores vinos del mundo, que son los del Bierzo. Y el que disienta de mi modesta afirmación, más le vale que se vaya rápidamente antes de que le corramos a gorrazos.

Además, este casamiento tiene mucho más sentido que otros maridajes. Los aztecas echaban salsa picante al chocolate, y sin ir más lejos, otros americanos, los del Norte, han puesto de moda el beicon frito y recubierto de chocolate. También son ganas.

Aquí no vamos a hacer esos inventos. Degustaremos un maridaje entre diversas variedades de chocolate y de vinos, guiados por los expertos que no solamente saben lo que hacen sino que además lo saborean. Y así, cuando hayamos disfrutado de esta gustosa boda, nos quedará la sana costumbre de terminar una excelente comida con el postre de los postres: Chocolate de Astorga, regado con una copa de vino del Bierzo.

Y salud para el paladar, para el cuerpo y para el espíritu, que falta nos hace.

tracking