Diario de León

JUICIO POR EL CRIMEN DE LA PEREGRINA

Un depredador muy cuerdo

Miguel Ángel Muñoz Blas dirige una mirada hacia la zona en la que se encuentra la fiscal y los abogados de la acusación particular durante la sesión del jueves.

Miguel Ángel Muñoz Blas dirige una mirada hacia la zona en la que se encuentra la fiscal y los abogados de la acusación particular durante la sesión del jueves.

Publicado por
Ricardo Magaz Profesor de Fenomenología Criminal en la UNED
León

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Después de haber coronado la primera semana de juicio por el crimen de la peregrina estadounidense Denise Pikka Thiem, el caso cuaja cada vez más diáfano. Ciertamente, el abogado de Miguel Ángel Muñoz Blas no lo tiene sencillo para reivindicar la inocencia de su cliente, homicida confeso que niega ahora la autoría, con una petición de 25 años de prisión sobre sus espaldas.

Muñoz, asistido legítimamente por su letrado, ha pasado en unos días por tres estados diferentes. Primero quería contestar a todas las partes personadas. A continuación lo desechó por —tal es la acumulación de indicios— ser un suicidio procesal. Luego, a través del abogado, esbozó una teoría de la conspiración en la que entraban de lleno los americanos, el ex candidato a la presidencia de EEUU y senador McCain, el FBI, el rotativo The New York Times, el propio presidente Rajoy, el Ministerio del Interior y la comisaría local de Astorga. En esta línea argumental de intriga, el letrado apuntó que la policía se había equivocado y que Miguel Ángel Muñoz, inocente de los hechos de que se le acusa, fantaseó las confesiones espontáneas que le incriminaron ante la jueza de instrucción, aún sabiendo que iría de cabeza a prisión. Como estos propósitos no tenían mucho recorrido, reo y abogado dieron un giro al guión y en próximas sesiones les veremos recurrir ya definitivamente al tema psiquiátrico.

El quid de la cuestión está, a mi juicio, en saber si Muñoz tenía percepción de la realidad, si era consciente de la importancia del mal causado y, por tanto, imputable, con agravantes, eximentes o atenuantes. Los análisis de conducta realizados por la Unidad Central de Inteligencia Criminal de la Policía indican con claridad meridiana que se trata de un depredador que, emboscado, abordaba a sus víctimas con alevosía. La pregunta, por consiguiente, es: ¿distingue Muñoz el bien del mal?

Si algo ha quedado confirmado es que Muñoz Blas admitió haber matado a golpes y por degollamiento a Denise. Tal como puede verse en el video oficial del interrogatorio por parte de la jueza de Astorga y la reconstrucción de hechos, el detenido dijo tener remordimientos y estar arrepentido de su acción criminal y el daño causado, razón por la que pidió perdón a la familia de la peregrina a Santiago de Compostela.

Ello sugiere de un modo escasamente controvertible una cuestión de suma importancia: Miguel Ángel Muñoz posee empatía; esa capacidad cognitiva que hace que nos pongamos en lugar de otro y de sus sentimientos. Es cierto que Muñoz Blas conserva un comportamiento con rasgos de personalidad asocial que, en base a los sucesos y los manuales sobre perfilación geográfica criminal, calificaríamos directamente como cazador trampero. Pero no es menos cierto que no se precisa sufrir una demencia invalidante e inimputable para cometer este tipo de delitos. El noventa y pico por ciento de presos que cumplen condena por homicidio o asesinato no son psicópatas ni sociópatas ni «locos de atar». Quien persigue hacer daño siempre encuentra pretexto.

Varios policías que han comparecido en el acto del juicio oral en la Audiencia Provincial manifestaron que en su trato con Miguel Ángel Muñoz Blas, éste se mostraba «en su sano juicio» y que al confesar el crimen estaba en realidad descargando su conciencia y quitándose un gran peso de encima. A preguntas de la fiscal, el inspector jefe de policía científica concretó con determinación que, según su criterio, Muñoz Blas era «un loco muy cuerdo».

¿Imputable, inimputable, con agravantes, con eximentes, atenuantes…? Están en liza nada menos que 25 años de barrotes.

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