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ASTORGA SE PONE EN HORA

Una vida pendiente del reloj

El nuevo Museo del Tiempo, que se inaugura este sábado en Astorga, acoge una colección de más de 200 artefactos reunidos por José Ramos, que ha convertido su profesión en una devoción ahora compartida.

Ramos con una de las piezas del museo. A. VALENCIA

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León

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a.g. valencia | astorga

La idea le rondaba la cabeza desde hacía algunos años, y, es que, toda su vida ha estado vinculada al oficio de relojero. Precisión, agujas, horas... y una dedicación que, al fin, se ha convertido en el Museo del Tiempo. La nueva colección, que expone más de 200 relojes, se inaugurará oficialmente este sábado en la sede de la calle Martínez Salazar de Astorga, en la planta baja del Hotel Imprenta Musical.

José Ramos, quien durante muchos años dio vida al césar Josefus Orologius, es el alma de este nuevo museo, que capitanea junto a su primo Sixto Ramos. Son muchas horas de trabajo para hacer realidad un lugar «donde lo único que pasa es el tiempo», como ironiza uno de los mensajes de la pared.

En el bajo del hotel, ubicado en esta calle del centro de la ciudad, se abre esta colección única en la provincia que atesora relojes que datan desde finales del siglo XVIII. Algunos auténticas joyas como una pieza veneciana de cristal de Murano. De sus paredes también cuelgan relojes franceses, un autómata americano, piezas holandesas y rusas, españoles, relojes de pared, despertadores, de bolsillo —uno de los cuales obra de Losada— de mesa... los modelos son únicos y pueden llegar hasta donde vuela la imaginación. Hay piezas de lo más curiosas como una lavadora para relojes, una máquina de fichar o el temporizador con el que jugaron los grandes del ajedrez en León.

El Museo del Tiempo recibe con una enorme maquinaria, la del reloj del Ayuntamiento de 1807. En ella hay cuatro trenes y uno de ellos marcaba el toque de queda cuando volver o salir de la ciudad dependía de la apertura de las puertas de la muralla maragata. No queda ahí, y entre agujas y manecillas, destaca un rincón dedicado a todos los relojeros de Astorga. Una pared de donde cuelgan las piezas de todos los cirujanos del tiempo que ha tenido la ciudad. También hay un ejemplar que no lleva ningún tornillo y un reloj, del XIX, de la estación de Villafranca.

Es una vida marcada por las horas que ahora se hace pasión compartida, como dice Ramos, que espera que en poco tiempo el museo sea también un centro de interpretación de la relojería con actividades para los niños. «El museo quiere poner en valor un oficio, a sus maestros y a una tecnología que, muchas veces, por masificada a veces pasa desapercibida», dice, conociendo al dedillo esta profesión que aprendió desde pequeño.

La recepción a la colección —que irá cambiando porque los fondos que pueden exponerse son innumerables— hace un guiño al relojero Losada, el padre del reloj que marca cada fin de año desde la Puerta del Sol de Madrid, y en breve compartirá protagonismo con otro grande de la zona, Antonio Canseco, maestro de Rabanal del Camino. «León es cuna de relojeros», confiesa orgulloso José Ramos, que tiene en sus manos las llaves de la sala que custodia el tiempo.

Ramos señala un reloj que no precisa de tornillos y que es una de las joyas de la sala que cuenta con 200 piezas y con la vieja maquinaria del reloj municipal. A. VALENCIA