Diario de León

Volvamos a ponernos en pie y rearmarnos de ilusión

Publicado por
RAFAEL BLANCO subdirector de
León

Creado:

Actualizado:

Se cumplen hoy diez años y un día desde que Tierra de León alcanzó para sus vinos el reconocimiento largamente esperado y entusiastamente peleado (todos los que estamos aquí lo sabemos muy bien) como denominación de origen y garantía de calidad.

Y sin embargo, pese al tiempo transcurrido y visto desde la objetividad del análisis y la prudencia de la necesaria distancia, el balance es, salvo en el aspecto enológico, ciertamente frustrante respecto a las expectativas generadas entonces. La ilusión y el enorme esfuerzo de viticultores, bodegueros, enólogos y comerciales se han visto estrangulados por los efectos demoledores de una crisis económica sin precedentes cuyo final se intuye pero todavía no se alcanza. La generalizada contención del consumo castigó por desigual a todos los sectores, pero sobre todo ahogó al vino y a Tierra de León en un momento que hubiera sido clave para su desarrollo.

Se cumplen diez años y un día y, como entonces, es necesario que volvamos a ponernos en pie y a rearmarnos de ilusión.

Porque si algo hemos demostrado en ese tiempo es que tenemos lo mejor para hacerlo bien, que sabemos y que queremos hacerlo.

Tenemos las uvas, las mejores; tenemos el conocimiento; vamos teniendo los medios y tenemos, en fin, una voluntad inquebrantable de trabajo. Viticultores, bodegueros, enólogos… no quiero olvidar y dejar de agradecer en este momento la eficiente, sensata y titánica labor de la dirección técnica de la denominación de origen y de todo su equipo, tampoco la del consejo regulador y todos sus órganos, comisiones y comités.

Y sin embargo, y pese a todo ello, pese a ese derroche de ilusión y esfuerzo, nuestro vino apenas sigue siendo sólo nuestro por falta de calado social. Falta conocimiento fuera, que sólo será posible a partir del reconocimiento aquí, donde nace y se hace, entre nosotros.

Pedir, ofrecer, servir o beber un albarín no sólo es un acto de justicia para con nuestra tierra y de agradecimiento para quienes la trabajan.

Pedir, ofrecer, servir o beber un prieto picudo supone la voluntad manifiesta de impulsar su desarrollo laboral y económico y la de combatir su empobrecimiento y despoblación.

Pedir, ofrecer, servir o beber un albarín o un prieto picudo es, pues, una exigencia de responsabilidad social compartida.

Es, además, una expresión pública de saber, de sabor… y de buen gusto.

Y es, sobre todo, una cuestión de identidad y de orgullo. Orgullo de lo nuestro, de lo que tenemos, de lo que sabemos, de lo que hacemos, de nosotros mismos…

De la identidad que nos distingue y el orgullo que debemos proclamar y nunca ?nos debe faltar.

Ni tampoco la salud ni el vino.

tracking