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Un artesano modela 350 bastones en Castellanos

Macario Agúndez Conde ha dedicado 14 años a esta colección, en la que existen piezas adornadas con figuras de todo tipo, desde animales hasta empuñaduras, y ahora intentará dar a conocer su obra fuera del pueblo

Macario Agúndez Conde con algunos de sus bastones.

Macario Agúndez Conde con algunos de sus bastones.

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León

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Actualizado:

Acacio Díaz | castellanos

Macario Agúndez Conde, como otros muchos jóvenes, salió en busca de un futuro. Por ello, su primer trabajo le llevó hasta San Sebastián y Pamplona, donde su destreza en el mundo de la construcción le permitió alcanzar una jubilación con la que se siente más que feliz, ya que le permite pasar sus días entre el pueblo y León, donde se distrae en tareas artesanales.

Entre sus más de 350 bastones existen formas y figuras de todo tipo, en las que destacan animales como conejos, búhos, pájaros, serpientes e incluso conchas del peregrino y empuñaduras. Para la elaboración de esta colección utiliza navajas, lijas y rotuladores. La mayor dificultad está en conseguir la materia prima, el palo de las raíces que permite disponer de cada bastón realizado. Los montes y lizares son los mejores lugares para localizar dichas raíces, un trabajo costoso que lleva varias horas. Una vez extraídas, las trabaja con medios tan rudimentarios y sencillos como un buen cepillo, zuelas y buriles para torneados.

Preguntado sobre si estaría dispuesto a vender o deshacerse de alguna manera de sus bastones, Macario es claro: «Mientras no me falte la cabeza siempre permaneceremos unidos, no me desprenderé de ninguno de mis bastones, ya que me traen gratos recuerdos al tiempo que me reconforta poder observar lo que uno puede realizar en su tiempo libre, son algo de mi mismo».

En cuanto a la difusión, Macario se muestra predispuesto a que su colección sea conocida por las gentes de fuera de su pueblo, Castellanos. Hasta la fecha es el único lugar donde la conocen, pero si alguien quisiera difundirla, Macario Agúndez Conde estaría dispuesto siempre y cuando retornara posteriormente a el.

«Me siento artesano y amante de mis bastones, como no voy a estar emocionado si cada uno de estos 350 me ha ocupado un mínimo de 12 horas». Se trata de una obra sin precio de salida y de valores incalculables.

Durante más de 14 años ha mimado y dado forma a las raíces a lo largo de muchas noches en vela. «Estos bastones me acompañaron en mi soledad y silencio esperando la llegada de un nuevo día», añade el artesano.

Entre los deseos de Macario Agúndez Conde se encuentra el de que sus seres queridos «disfruten y sientan la misma satisfacción con estas piezas». En su momento será un homenaje y herencia a la cultura de unas manos trabajadoras, y muchas horas de ilusión. En un futuro próximo alguien será su heredero, y para entonces, el artesano espera que esa persona mantenga «el mismo cariño para que esto sea una realidad».

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