Su última entrevista: Los sueños rotos de Eduardo Arroyo para Laciana
El artista abrió las puertas de su casa en Robles de Laciana a Diario de León el pasado mes de julio para hablar de su vida, marcada por la ausencia de su padre desde niño, y del momento en el que perdió su vivienda familiar, que años más tarde recuperó. También cuenta los proyectos que fueron impulsados por él como la organización de festivales de música clásica, a los que acudía lo más selecto de la clase política y cultural. Ahora, está centrado en la pintura y la creación de una biblioteca.
v. araujo | Robles de laciana
Una vida dedicada al arte es lo que se puede apreciar al adentrarse en la casa del pintor y escultor, Eduardo Arroyo en la pedanía lacianiega de Robles. El artista abre las puertas de su casa para hacer un repaso de los proyectos que tuvieron lugar pero que han desaparecido, de aquellas iniciativas que quería impulsar pero que ni siguiera vieron la luz y para hacer un repaso sobre la historia familiar que gira en torno a esta morada del siglo XIX.
Hace años, la comarca se llenaba de cultura por el verano de la mano de la Universidad Carlos III de Madrid que junto con el Ayuntamiento de Villablino, la Universidad de León (ULE) y la Fundación Sierra Pambley organizaban unos cursos estivales. Este artista hace memoria y recuerda a uno de los personajes que más influencia ha tenido en el panorama cultural y educativo de Villablino, Francisco Sierra y Pambley, «más conocido como don Paco, el cual vivió aquí», matizó Arroyo. Tiempo después, este ilustre lacianiego junto con Giner, Azcárate y Cossío consiguen hacer «un magnífico centro de educación», una fundación que todavía se encuentra viva hoy y fue uno de los organizadores de los citados cursos que se desarrollaron en Villablino desde el año 1999 pero que desafortunadamente desaparecieron hace unos años. Otro de los acontecimientos más importantes era el festival que cada mes de julio congregaba a un selecto grupo de músicos en la pequeña localidad de Robles de Laciana, en donde Arroyo hacía de anfitrión de este acto junto a su mujer Isabel Azcárate y que al que tras 17 años se puso punto y final. «Se contaba con la presencia de la de la pianista de fama internacional Rosa Torres Pardo», recuerda orgulloso Arroyo. El artista considera que hay dos factores que apuntan a la desaparición de estas iniciativas. «Uno de ellos fue la desidia política, además de la apatía generalizada que existe», destacó. «Fue una batalla dura, me enfadé un poco, venía gente de toda España y del extranjero y yo quería que siguiera», lamenta. Considera que a la mayoria de los vecinos de Robles no les interesaba el festival. «Era música clásica, creativa y no a todo el mundo le gusta», confiesa el artista quien recuerda que nunca se pidió una subvención. «La falta de interés político hizo que no se pudieran sacar adelante».
Respecto a los proyectos que quería impulsar en su pueblo y que finalmente no vieron la luz, Arroyo rememora que fue tras un viaje a Italia con su mujer cuando decidieron «crear algo importante. «Compramos siete propiedades distintas para poner en marcha un centro». Uno de estos sueños se refería a crear un teatro abierto. «Me hablaron de uno que había en Lisboa y quería hacer uno similar aquí», añade el artista, que siempre ha estado muy ligado al mundo del teatro. De hecho, durante 25 años ha realizado decoración teatral. «He trabajado en los mejores teatros de Alemania, París o Suiza», destacó. Además, otro proyecto sería una biblioteca de teatro en donde se podría hablar de cuatro becas. Otra de las iniciativas estaba relacionada con la pintura, con la creación de una docena de salas con pinturas de diferentes autores de distintas influencia y países . «No verá la luz, pero los cuadros están aquí», aseveró. Para completar la formación, el artista ideó una escuela de gastronomía, un taller de cerámica —«que sería una actividad fuerte durante todo el año»—, y como broche de oro y complemento a los conciertos de verano en su casa, le hubiera gustado llevar a cabo un taller de costura en donde se realizaran algunos vestidos del Teatro Real de Madrid. «Me puse de acuerdo con el director del Teatro Real, Miguel Muñiz y se podría realizar el vestuario e incluso hacer algunos ensayos», explica Arroyo que es consciente de que todos estas ideas «eran sueños y como eso se quedaron porque los sueños, sueños son», recuerda con nostalgia el artista. Respecto al parador de Villablino, uno de los grandes proyectos con el que iba a contar Laciana y que finalmente tuvo que renunciar a él, este artista afirmó que «esa iniciativa se fraguó en mi casa, en una reunión con Zapatero, por eso me dio mucha pena cuando se derrumbaron las antiguas escuelas para su construcción y al final quedó en nada», critica.
Respecto a la historia de su casa, Eduardo Arroyo cuenta que su bisabuela la construyó en 1830 y con los años se perdió por culpa de las herencias, «algo que para mi madre supuso un gran disgusto», matizó. Sin embargo Arroyo no quiso olvidar sus orígenes y el dolor que supuso para su madre esta pérdida, por lo que quiso recuperarla tiempo después y fue en el año 1986 cuando este compra de nuevo la casa y la rehabilita. «La casa estaba destrozada, era el basurero del pueblo», recuerda. La vivienda, que se encuentra totalmente recuperada, rezuma arte y la cultura en cada rincón, tanto es así que Arroyo está edificando una biblioteca en la misma, para dar cabida a la cantidad de libros que tiene en su poder.
Entre la cantidad de historias y anécdotas que Eduardo Arroyo puede contar, hay dos hechos dolorosos pero significativos para el artista, uno fue la muerte de su padre en el año 1943, siendo él un niño, con tal sólo seis años de edad. «En ese momento, se hacen cargo mis abuelos de mí y todos los años venía a Robles». Este trágico acontecimiento él lo recuerda como algo extremadamente doloroso para su madre, la cual falleció hace tres años, a la edad de 103 años. «La viudedad de mi madre fue una catástrofe», lamenta. El otro suceso doloroso, fue la muerte de su chófer Luis Iglesias. «Hemos recorrido juntos España y el extranjero. Uno de los grandes pilares en la vida de Eduardo Arroyo son sus amigos, por eso su casa siempre está abierta para ellos, entre sus grandes amigos se encuentra el también pintor lacianiego, Lolo Zapico y el constructor Carlos Calvo, quien además le remodeló la casa y es quien lleva a cabo la construcción de la biblioteca.
Respecto al futuro, Arroyo afirma que Robles y la comarca tendrán «lo que ellos quieran tener, confío en la gente joven». En esta línea habló del alcalde de Villablino, Mario Rivas. «Es una persona que trabaja y tiene ganas de hacer cosas», matizó. Arroyo ahora quiere tranquilidad, calma y dedicarse a lo que más le gusta, la pintura. De hecho está inmerso en un nuevo cuadro en el taller que tiene en su casa de Robles. «Pinto todos los días, hay días que me levanto a las seis de la mañana». Como buen vecino, Arroyo alaba la gran labor del escultor Jonás Pérez, el cual falleció el año pasado en Robles donde residía y valoró el gran trabajo del centro Rural La Bolera ubicada en este pueblo.