Diario de León

La cebolla leonesa sorprende por su calidad para el almacenamiento

La implantación del cultivo en 30 hectáreas de las vegas consigue buenos resultados.

La máquina de recolección es la misma que se utiliza para la patata. MARCIANO PÉREZ

La máquina de recolección es la misma que se utiliza para la patata. MARCIANO PÉREZ

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León

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A. Domingo | Villanueva de Jamuz

La implantación del cultivo de la cebolla de grano en las vegas de los ríos Duerna, Tuerto y Órbigo, con 30 hectáreas ocupadas por este bulbo, ha sorprendido a los almacenistas «por su calidad. Hemos conseguido una cebolla muy maciza, muy dura, que se conserva mejor», explicó Jaime Rodríguez García, técnico de la empresa bañezana Rajorsa e impulsor de esta iniciativa.

Cuando empieza la recolección, el grupo de diez cultivadores que se sumó a la iniciativa conseguirá un rendimiento medio de 60 toneladas por hectárea, cumpliendo con el objetivo marcado, más en una campaña compleja para todos los cultivos de primavera. «Las lluvias nos obligaron a sembrar tarde y ciclos más cortos, lo que restó producción» y obligó a sulfatar tarde, con un excesivo crecimiento de malas hierbas. Sin embargo, «hemos demostrado que la producción y comercialización de la cebolla es una realidad en León». Además, «los almacenistas se han dado cuenta de que en León tendrían una reserva» si el cultivo se asienta «para los años malos en el sur».

Aun no tratándose de un año favorable, con buenas condiciones para la aparición del mildiu —como así ha sucedido—, tres tratamientos del cultivo han sido suficientes para mantenerlo sano, frente a la docena que han aplicado en el sur «y aun así no han conseguido la sanidad de aquí». Es la ventaja de sembrar por primera vez, en fincas libres de las enfermedades endémicas del cultivo. Otra ventaja es que las labores de la cebolla «no se solapan con las de otros cultivos», por lo que no sobrecarga de trabajo al agricultor, pese a que este año va con un mes de retraso.

Se trata de un cultivo al que el agricultor debe dedicar tiempo, como a la patata o la remolacha. En el grupo que ha iniciado la expansión se cuenta con la ventaja de que la maquinaria para su recogida es la misma que la que se utiliza para la patata, «aunque hay que cambiarle el cabezal y adaptar la velocidad de las cintas». Antes se procede al corte del rabo y, a arrancarlas del bancal, dejándolas en hilera. Tras un periodo de oreo de dos a cinco días, se recolecta.

Suelos y rendimientos

En el primer año de extensión de cultivo tras la prueba de la campaña pasada, se ha visto cómo la cebolla «nació más rápido y se adelantó en los terrenos ligeros, pero ha sido en los más fuertes donde más kilos ha ganado, pese a que le costó más nacer».

Los cultivadores han trabajado este año bajo contrato a precio cerrado con almacenistas de la Comunidad Valenciana y Andalucía, con el fin de evitar pérdidas, pero este año «haber vendido en el mercado libre hubiera sido mucho mejor». Con precios de 20 céntimos en variedades de ciclo largo, la rentabilidad por contrato se sitúa entre los 2.500 euros por hectárea y los 5.000, en función de los rendimientos.

Para la próxima campaña, Rodríguez García apunta que los productores que han iniciado esta experiencia deberían dedicar a la cebolla de 4 a 5 hectáreas. Partidario de «orientar estas vegas a los cultivos hortícolas mecanizados», subraya que la tierra de sus fincas «serviría para abonar la de otros terrenos de España. Además, con dotaciones de agua de 5.000 metros cúbicos por hectárea, cuando en otras zonas del país se sitúan en 2.000, los almacenistas que han visitado el cultivo me han dicho que estamos desaprovechando la tierra».

Valor añadido

Aboga por un cambio en la agricultura leonesa. El productor «debe dejar de ser un maquinista y convertirse en empresario. Aquí lo que importa es que a uno le lleven la cosecha, pero hay que dar un valor añadido a la producción, como están haciendo en el sur de España. La cebolla la puedes almacenar, servírsela a la industria o puedes pelarla para fabricar morcilla. Y esto se lo pueden ver en los meses de diciembre y enero», cuando la labor en la campo se paraliza.

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