Diario de León

ABUSOS SEXUALES A NIÑOS EN LA IGLESIA

El obispo tiene desde el jueves la nueva denuncia contra Gordón

La víctima, la cuarta que asegura haber sufrido los abusos del sacerdote, manifiesta que su única finalidad es la excomunión del cura, que actualmente cumple condena fuera de la Diócesis.

Imagen de J, cuya denuncia contra ramos Gordón ya está en Astorga. DL

Imagen de J, cuya denuncia contra ramos Gordón ya está en Astorga. DL

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CRISTINA FANJUL | LEÓN
León

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J, la víctima de José Manuel Ramos Gordón que asegura haber sufrido sus abusos sexuales en el colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria, ha recibido el acuse de recibo según el cual su denuncia fue recibida por el Obispado de Astorga el pasado jueves. Más concretamente a las 12.46 horas. Así consta en la documentación de correos que obra en su poder. «De momento, no he escrito a Roma, pero lo haré», manifiesta J, que explica que la única razón por la cual ha decidido denunciar al sacerdote —condenado en dos ocasiones por agredir sexualmente a tres menores— es lograr que sea excomulgado. «Ya se hizo con un arzobispo. ¿Por qué no con este cura, que al menos abusó de cuatro niños?», se pregunta.

Esta es la segunda ocasión en la que J. envía una denuncia contra Ramos Gordón a la Diócesis. La primera la echó al correo hace dos años. «Nunca recibí la contestación ni la llamada de nadie. Por eso, en esta ocasión, he tomado las precauciones para que no digan que no recibieron nada».

J, que prefiere mantener su anonimato, explica que las agresiones padecidas en el colegio zamorano se sucedieron a lo largo de cinco años, entre sexto de EGB y 1º de BUP. Llegó al Juan XXIII con apenas 10 años, en 1978. Sus padres le dejaron en manos de la Iglesia cuando, acuciados por la falta de trabajo, decidieron emigrar a Francia en busca de futuro. «Venía al dormitorio por las noches. Se arrodillaba junto a la cama, me bajaba los pantalones y comenzaba»... J. no vive en el pasado. «Yo he hecho una cruz y he seguido adelante. Sé que abusó de mí en muchas más ocasiones de las que recuerdo, pero...» pero no quiere concretar más «han pasado casi cuarenta años».

J. rechaza las palabras de los que se preguntan la razón por la cual unos niños de diez años no se atrevieron a denunciar. «Simplemente, no podíamos. Nos habrían matado». Rebate las dudas con una anécdota: «Había dos hermanos gemelos en el colegio que dormían cada noche en la ducha por el miedo que tenían a recibir la visita del pederasta».

Si finalmente se pone en marcha un nuevo proceso contra José Manuel Ramos Gordón, que cumple desde el día 1 su segunda condena por pederastia, será el tercer juicio que el sacerdote afronte por agresión sexual a menores. «Se demostrará que reincidió en cuatro ocasiones, aunque yo creo que fueron más», asegura J. De hecho, Diario de León ha tenido la ocasión de hablar con alumnos del seminario de La Bañeza que explican que ellos fueron testigos de más abusos. J no se atreve a asegurar si el resto de sacerdotes conocían las prácticas criminales de Ramos Gordón, pero recuerda que en el colegio de Sanabria este sacerdote era el encargado de la enfermería y allí «hacía lo que le daba con los niños». Rememora que el cura no se detenía ante nada y pone como ejemplo que en una ocasión varios niños enfermaron de hepatitis y aún así recibieron la ‘visita’ de Ramos Gordón.

J. tiene varios testigos de los abusos que sufrió y ya ha manifestado que presentará a todos ellos como testigos en el proceso canónico que tiene la intención de poner en marcha. «No eran sólo abusos sexuales. Sufríamos agresiones que hoy serían impensables. En el colegio había un cura llamado Aquilino que daba unos palos de muerte y un niño le denunció. No sabes la que recibió al volver al colegio». Recuerda a otro profesor llamado José María que cada día saludaba a uno de los niños con una bofetada para recordarle que empezaba la clase y le despedía con otra, «para que supiera que por aquel día, había terminado». «Las cosas no eran como ahora», lamenta y exige que la Iglesia actúe y retire a todos los pederastas. «Tienen que ser retirados junto a otros como ellos. Lo que no puede ser es que sigan con niños, porque volverán a hacer lo mismo».

J abandonó el centro después de un enfrentamiento con el cura. «Llegó como cada noche al borde de mi cama, se arrodilló y comencé a gritar y a pedir ayuda. Intentó escapar y se dio un golpe con el armario en la cabeza. Al día siguiente, tenía un gran hematoma. Seguro que los otros curas lo recuerdan...»

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