Diario de León

ANTOÑANES DEL PÁRAMO

Un gran legado escrito entre líneas

Descubren la existencia del pendón hace tres siglos, de una ermita de la Vera Cruz y de la tradición de tocar las campanas a ‘tente nube’

La campana y la iglesia de Antoñanes.

La campana y la iglesia de Antoñanes.

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ARMANDO MEDINA | ANTOÑANES
León

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El trabajo de investigación de Javier Benéitez ha vuelto a dar sus frutos. Revisando los libros de fábrica (cuentas) de las parroquias ha ido certificando documentalmente la existencia, hace varios siglos, de un buen número de pendones concejiles de pueblos de la comarca del Páramo que, en la mayor parte de los casos, los vecinos ni siquiera conocían. Así la ido sacando a la luz los de Bercianos del Páramo, Villarín, Pobladura de Pelayo García, Laguna de Negrillos, Zambroncinos...

Y, ahora, el de Antoñanes del Páramo, cuya primera referencia escrita data de 1723, hace casi tres siglos. En el camino, leyendo entre líneas los legajos antiguos, ha descubierto una ermita y la tradición de tocar las campanas para ahuyentar la tormenta, el popular ‘tente nube’.

Para localizar el pendón de Antoñanes, Benéitez consultó los libros de fábrica y cuentas de la parroquia de San Pedro que se conservan en el Archivo Histórico Diocesano de León; además del Catastro de Ensenada. El primer libro de fábrica consultado comprende los años 1684 a 1796 y habla sobre un «libro viejo», que se supone anterior que no ha sido localizado.

La primera referencia expresa al pendón data de 1723, localizada en el Inventario de Bienes y Alhajas de la iglesia cuando dice: «En el lugar de Antoñanes del Páramo, a veintitrés de mayo (1723) yo, Domingo Abella, cura de dicho lugar, con asistencia de Manuel Cascón, mayordomo de la iglesia de dicho lugar, Mateo Vidal y Andrés Cantón, vecinos del mismo lugar, hombres nombrados para hacer el inventario y memoria de alhajas de la iglesia (...)». Entre todos los bienes reseñados citan «un pendón de damasco encarnado con su cruz de bronce». Pues ya está claro. En Antoñanes había pendón hace tres siglos. Y era rojo. Así se repite en otros inventarios de los años 1728, 1788, 1841, 1842 o 1857, última noticia del mismo.

Nada muy distinto a otros de la comarca, donde los vecinos desconocían que un día tuvieron pendón.

El Catastro de Ensenada donde se habla que se pagaba al campanero «por tocar a nublado».

En su trabajo, Benéitez documentó también la existencia de un ermita de la que los vecinos tampoco tienen constancia, pero que los papeles dan fe. El 8 de diciembre de 1684, en la visita pastoral de Andrés Rodríguez Martínez, visitador designado por el Obispo de Astorga, Francisco Aguado Bueso, realizó esta anotación: «Visitó la Cofradía de la Vera Cruz, sita en su ermita, y la de Ánimas y Nuestra Señora del Rosario sitas en la iglesia parroquial». Era, pues una ermita de la Vera Cruz. De la existencia de este templo también da fe un libro de cuentas de 1747 de la Cofradía de la Vera Cruz donde se hace referencia a obras realizadas en la ermita en varias ocasiones.

Finalmente en el Catastro de Ensenada de 1753 se localiza otro dato curioso cuando se afirma que «el común paga al campanero por tocar a nublado 8 reales», práctica muy extendida para ahuyentar las tormentas.

En el trabajo de campo también participó Carlos Castellanos, vecino de la localidad.

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