GERAS DE GORDÓN
Un vecino fabrica 200 señales para marcar quince rutas de senderismo
Roberto Ordóñez marcará 138 kilómetros de caminos por el valle
Otro proyecto que el medio rural levanta a pulso, similar a la instalación de la pasarela de madera del Faedo de Ciñera de Gordón, que se colocó en hacendera. En esta ocasión, la iniciativa y los materiales los aporta la Junta Vecinal de Geras de Gordón —ambos pueblos comparten término municipal: el de La Pola de Gordón—, pero la mano de obra la aporta casi en exclusiva un solo vecino. Roberto Ordóñez Gutiérrez, ha diseñado y fabricado unos 200 indicadores con sus postes para marcar 138 kilómetros de rutas de senderismo.
Ordóñez, que es vocal de la pedanía, aporta su trabajo y su tiempo de forma altruista a una iniciativa que recupera los caminos de pastores y ganado hasta las praderas y los bosques donde obtener recursos forestales —suertes de leña para los vecinos, entre otros— y caza —el coto tiene interés para los aficionados—, en la localidad que más extensión aporta al municipio de La Pola de Gordón, que forma parte de la Reserva de la Biosfera Alto Bernesga.
Una vez instaladas, las señales, que casi pavimentan por completo el suelo del taller de este carpintero por afición —su trabajo profesional se ciñe a la elaboración de embutidos y la restauración— cumplirán con uno de los objetivos de la reserva: promover actividades respetuosas con el medio ambiente, que generen desarrollo económico. Y Ordóñez y la junta vecinal, que preside su padre, lo saben: están fomentando el ecoturismo.
El pueblo más grande es, además, paso estratégico hacia Luna y Babia —incluidos rebaños trashumantes y trasterminantes— y comunica con el valle de Arbas, de manera que los indicadores en los que trabaja Ordóñez recuperan patrimonio natural y cultural, al evitar la desaparición de topónimos de parajes que atraviesan caminos que, en ocasiones, hace tiempo que se dejaron de utilizar.
EL DISEÑO
Ordóñez trabaja en este proyecto desde hace meses, en las horas libres que le dejan su trabajo y la atención a su familia. La junta vecinal ha pagado el material —madera y postes— y él se ha encargado de poner el trabajo, que realiza de manera altruista. Los indicadores cubren buena parte del suelo de su taller a la espera de que estén todos listo para marcar las 15 rutas que ha diseñado: unas lineales y otras circulares. Además, marcar los cruces permite sumar tramos de unos y otros senderos para que el usuario «cree su propio recorrido», lográndose, explica, «hasta 40 kilómetros» de itinerario, que pueden recorrerse bien a pie —los de menor distancia— o en bicicleta de montaña.
«Se trata de aprovechar el auge de las rutas de senderismo. Veo que existe una demanda y aquí hay varios recorridos interesantes, pero están sin marcar. En ocasiones, los caminos que en su momento habían abierto los vecinos y el ganado estaban cerrados, lo que le obligó a desbrozar los tramos que había recuperado el bosque, ayudado de una motosierra. Algunas de estas rutas «son famosas» entre quienes conocen la comarca y los aficionados a la montaña, con las de Ladril, la Boyariza o el Pico Pedroso.
Ordóñez buscó el asesoramiento de la Fundación Reserva de la Biosfera Alto Bernesga antes de acometer su labor. Allí le facilitaron los contactos con empresas que sirven los materiales adecuados para construir los indicadores. En concreto, compró madera de pino tratada en autoclave. Una vez terminada la pieza le aplica un aceite que cierra los poros y permite una mayor resistencia del material a las inclemencias meteorológicas a las que se va a exponer en esta zona de la Cordillera Cantábrica.
FAUNA AUTÓCTONA
La fauna juega un papel importante en el diseño de las señales. Ordóñez ha elegido un animal para identificar cada ruta. Son especies «que se encuentra en la comarca, como el buitre, el lobo, el zorro, el jabalí, la trucha, el urogallo, la abubilla...» Además, también aparece el logotipo de Alto Bernesga.
Después de cortar la madera, utiliza plantillas para dibujar los animales, el símbolo de la reserva y las letras. Explica que, posteriormente, perfila cada símbolo con una fresa, lija la pieza y repasa dibujos y letras con un pirógrafo —labor en la que le ha ayudado su hermano—. Por último, repasa con pintura negra el grabado, para que no se lo coma el sol.
En los aproximadamente 138 kilómetros —«unas 42 horas» caminando, estima— ya ha instalado los postes que sostendrán los indicadores. Tan solo queda rematar las señalas para colocarlas a lo largo de los senderos y en los cruces de caminos —donde se pondrán unir unas rutas con otras—. Roberto Ordóñez estima que habrá finalizado la tarea en la próxima primavera.