Homenaje a los represaliados por el franquismo
La huella viva del Pozo Grajero
Durante el acto se recordó la figura del fallecido presidente de la agrupación, Mario Osorio, que fue el impulsor de esta asociación y de que no se olvidase a los que siguen en las cunetas y en los pozos
Como cada año el segundo fin de semana de julio la subida al pozo Grajero en Polvoredo se convierte en una cita para homenajear a los represaliados de la dictadura franquista, aunque las circunstancias del Covid-19 mermaron la afluencia de gente.
No obstante, una treintena de personas no quisieron dejarlo caer en el olvido. Los varios kilómetros que separan Polvoredo de esta sima del Grajero volvieron a ser recorridas en una caminata reivindicativa de los valores de la defensa de la libertad y la democracia.
Ya frente al pozo Grajero y la placa con un poema de Gabriel Celaya, se realizaron varias intervenciones como la de Anaida del Campo, secretaria de la agrupación Pozo Grajero, que precisó que «aquí hay que venir siempre. Más gente o menos gente. Se lo debemos a los que están en este pozo y sobre todo a la obligación de recordar la historia como un hecho de contenido político»; a la par que apuntó el peligro que supone la aparición de la extrema derecha en la política española.
Este año volvió a servir de homenaje póstumo al presidente y alma de la agrupación desde 1998, Mario Osorio. «Desgraciadamente, esta fecha señalada regresa en plena crisis sanitaria, social y económica, ampliando este recuerdo para reconocer a Mario Osorio, quien fue el primer presidente de la agrupación así como a todas las personas fallecidas por la pandemia y a quienes han estado al pie del cañón luchando contra la enfermedad. Este año las circunstancias obligan a trasladar a 2021 el III Festival ‘Mario Osorio’», señalaron desde la agrupación.
En las intervenciones se reclamó una ley electoral más justa y democrática y una defensa de igualdad de oportunidades en educación y en sanidad. Haciendo alusión a la pandemia actual, se recordó que tras la guerra civil en las cárceles franquistas murieron más de dos millones de personas por tuberculosis, siendo muchos de ellos gente joven.