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LEÓN DESDE LA CORTE/David Fernández

La virtud que nace de la necesidad

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León

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La apuesta por las primarias que José Luis Rodríguez Zapatero heredó de los compromisos preelectorales que le auparon a la dirección del PSOE le ha salido bien. Fiel a su estilo, el líder socialista sigue sin perder ninguna batalla interna en su partido. Lejos de dinamitar la unidad interna, como ocurrió en 1998 y 1999, las primarias han servido para refrendar a los candidatos que competirán frente al PP en las elecciones del año que viene. Y ha sido así por varias razones. La primera y fundamental: los candidatos no han utilizado argumentos de descrédito personal salvo en casos excepcionales. La segunda, y no menos importante: la depuración del censo ha otorgado un plus de legitimidad a los elegidos, al favorecer una participación siempre superior al ochenta por ciento, una cifra muy superior a la de anteriores procesos internos y a cualquier elección legislativa nacional. Sin grandes tormentas públicas, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, consiguió depurar los censos y delimitar el derecho a voto a la mitad de sus miembros, aquellos que pagan las cuotas del partido. El proceso de primarias era una de las muchas piedras que Zapatero y su equipo han tenido que sortear en estos dos años; y más aún porque en la agrupación del propio secretario general se convocaron primarias, con el riesgo de división y del consiguiente castigo en las urnas. Sin embargo, el proceso en la capital leonesa ha sido el paradigma de la normalidad, para alegría de Ferraz. La militancia ha otorgado su apoyo al candidato que contaba con el apoyo de los diferentes órganos de dirección socialistas. Francisco Fernández ha salido reforzado del proceso: el 61,7% de los militantes le dieron su apoyo. Sin embargo, el gran rédito que obtiene el ya candidato es la publicidad, la salida a empujones ante una opinión pública que apenas el conoce. A pesar de ser el candidato oficial desde hace muchos meses. Los socialistas, una vez más, han tenido que hacer de la necesidad virtud: las primarias, que podían destrozar al candidato oficial han servido para darle a conocer y reforzar la unidad del partido. A ello ha colaborado de manera decisiva Inmaculada Larrauri, la otra candidata en unas primarias a las que se presentó por convicción personal y, sobre todo, política, desoyendo a quienes le advertían del riesgo y convenciendo con argumentos a quienes le acusaban de poner trabas a su partido. La concejal no tenía el apoyo del aparato socialista, recogió sus apoyos uno a uno y sumó el 38,3% de los votos, que ha puesto al servicio del proyecto de Fernández ratificando uno de sus mensajes de campaña: «No soy candidata contra Paco Fernández». Si el PSOE consigue aprovechar las primarias para tensionarse, como piden en su interior una buena parte de sus militantes, convencidos de que hasta ahora no han sabido sacarle el máximo rendimiento al desgaste del PP y al famoso efecto Zapatero, será en parte gracias a Larrauri, que ha llegado más lejos de donde muchos, dentro y fuera del PSOE, pensaban. Con buen estilo, sin insultos, sin enfrentamientos personales y sin divisiones. Algunos sectores socialistas ya advierten de que la dirección socialista debe saber valorar ahora la aportación de la concejal a su proyecto de cambio. La huelga general del 20-J será un buen momento para que el PSOE se tense. Aunque tenga que hacer otra vez de la necesidad virtud. Los socialistas no quieren involucrarse en la organización de un paro general, pero saben que, políticamente, serán los más beneficiados. Las encuestas les sitúan más cerca que nunca del PP sin que se hayan producido cambios sustanciales en la política de oposición tranquila diseñada por Zapatero. Es decir, el PSOE no encuentra motivos estratégicos para modificar su forma de enfrentarse al Gobierno con una apuesta de apoyo cerrado a un huelga que no tiene todas las papeletas del éxito. Pero, por otra parte, en Ferraz son conscientes de que, si la huelga triunfa, serán los más beneficiados políticamente y conseguirían el tan ansiado desgaste del Gobierno exigido por algunos sectores, con Felipe González a la cabeza. Así, no apoyarán la huelga explícitamente -sus cargos públicos tienen órdenes de trabajar el 20-J, aunque el sueldo de ese día irá a parar a la cuenta con la que el partido sufraga la seguridad de sus concejales en el País Vasco- pero se afanarán en ofrecer argumentos que justifiquen el paro. No tienen que rebuscar mucho para encontrar esos argumentos. Un vistazo rápido a un periódico de estos días es definitivo para apreciar la deriva ultraconservadora de la política del PP: endurecimiento de una Ley de Extranjería aprobada como la panacea hace un año y medio, la ONU denuncia la violación de los derechos humanos de los menores inmigrantes que llegan a España, el Gobierno amenaza a la Iglesia por pensar de forma diferente a la vez que le otorga cada vez más parcelas en la educación... Y Ana Botella, cada vez más activa en política a pesar de no haber sido elegida por nadie, alaba a un ex alcalde condenado por acoso, que aún representa a los ciudadanos en una entidad pública, y recupera la rancia definición de la familia que deja fuera del sistema y quita todo reconocimiento a las parejas formadas por homosexuales.