Se cumple medio siglo del desplome de las murallas, con cinco muertos
Una tragedia bajo la historia
Hace ahora 50 años, el más preciado signo de identidad de la capital maragata fue causante involuntario de una tragedia cuyos sangrientos ecos conmocionaron al país. Tras de s
Erigidas por los romanos en el siglo I de nuestra era, restos de las murallas de Astorga pudieron contemplarse hasta el año 1907. En definitiva, todo un referente sentimental para una ciudad romántica y distinguida, cuyas murallas fueron definidas por Otero Pedrayo como «una etiqueta que impone su gesto señorial y protector a los arrabales, hijos del camino y de la huerta». A su rancia estampa se adosaron los arrabales de San Andrés, Rectivía y Puerta del Rey, configurándose el mejor icono de esta capital considerada por Víctor de la Serna como «una joven con más de dos mil primaveras». Respetadas incluso por un caudillo Witiza en sus devastadoras campañas por estas tierras, la fatalidad quiso que el martes 19 de agosto de 1952, mientras un calor agobiante hacía aún más duro el vivir cotidiano, parte de su estructura se desplomase sobre unas casas ubicadas en la Puerta del Sol, que estaban unidas a las históricas murallas. El derrumbe provocaría un considerable estruendo que, afortunadamente, percató a algunos vecinos del inminente peligro, logrando ponerse a salvo. No ocurrió lo mismo en la vivienda habitada por la familia de Francisco Fraile, compuesta por cinco personas que quedaron sepultadas entre los escombros. Las fuerzas del Regimiento de Artillería nº 27 iniciaban de inmediato las tareas de rescate, recuperando en primer lugar el cadáver del propio Francisco Fraile. Al parecer había logrado alcanzar la puerta de su domicilio, pero como estaba impedido no pudo salvar su vida. Para entonces los trabajos debieron ser interrumpidos, ante el temor a nuevos derrumbamientos. Después de apuntalar algunos tramos de las murallas, a la caída de la tarde dos soldados reemprendieron su labor, sacando a la luz los cuerpos de Eudosia Fraile Mantecón, de su marido José Blas Alonso, y de un hijo de este matrimonio que también se llamaba José Blas y que apenas tenía diez meses. A eso de las tres de la madrugada terminaba el macabro recuento con la aparición del cadáver de Hortensia Mantecón Lobato. Duelo maragato La catástrofe no sólo afectaría a las casas del citado enclave, sino que se extendió al Sanatorio de Nuestra Señora de los Remedios, causando importantes desperfectos en el quirófano y en la sala de rayos X. Posteriormente se conocería que Pedro Calvo, concejal del Ayuntamiento por aquellas fechas, se dio cuenta del peligro e hizo correr la voz entre el vecindario de la zona, logrando alertar a numerosas personas. No obstante, además de los fallecidos, alrededor de una treintena de astorganos se quedaron sin hogar, perdiendo todos los muebles y enseres de sus domicilios. A las siete de la tarde del miércoles 20 tuvo lugar el funeral y acto seguido el entierro de las cinco víctimas, en un duelo presidido por las autoridades locales y provinciales, al que asistiría toda Astorga. La muchedumbre, «silente bajo el peso del dolor que ha causado la pérdida de los seres humanos abatidos por la tragedia», se lamentaría al conocer que para el siguiente mes de septiembre estaba prevista la reparación de las murallas, obra que ya contaba con una subvención otorgada por los organismos oficiales. Precisamente en la Diputación Provincial, presidida por Ramón Cañas del Río, se debatiría un suceso que alcanzó resonancia internacional, acordando contribuir a la suscripción abierta por el Ayuntamiento de la capital astorgana con un donativo de 10.000 pesetas. Poderoso caballero es Don Dinero, aunque en este caso apenas pudiera aliviar el dolor del consternado pueblo maragato.