Padre

Me van a permitir que por una vez y sin que sirva de precedente (cómo dice el tópico), después de más de doscientas columnas de estas escritas, algunas posiblemente hasta aceptables, un miércoles detrás de otro, desde un 25 de febrero del 98 que comencé hasta el momento, utilice en esta ocasión la misma para hacer una especie de loa familiar. Se que lo comprenderán... El caso es que se suelen escribir panegíricos, acerca de las personas queridas, cuando estas desaparecen. Yo quiero en esta ocasión hacerlo en vida, y ojalá sea por mucho tiempo todavía, de mi padre. Valeriano Alvarez, de Sosas de Laciana, nacido allá a finales de la segunda decena del pasado siglo, un hombre dedicado durante toda su vida al comercio, dentro del que tuvo sus momentos buenos y menos buenos, pero que así, poco a poco, fue forjando la base de su patrimonio. Eran otros tiempos claro está, en aquel entonces un grano no hacía granero pero ayudaba al compañero... Antes de los años cincuenta, con muy poca ayuda (todo hay que decirlo), levantó su casa y así, antes de casarse, ya disponía de un hogar y de muchos años por delante para ir incrementando lo que en el momento tiene... Llegaron tiempos de vacas flacas para el pueblo, en forma de huelgas salvajes en la minería, defendiendo unos derechos que últimamente (en pleno siglo XXI) cada día que pasan se ven mermados. Allá por los sesenta sueldos (ya raquíticos de por sí), dejaron de llegar a los hogares de los mineros, pero Valeriano supo ser solidario y seguir apuntando en la libreta al fiado... Alguna gente sabe hoy, cuarenta años después, que esto que digo es cierto y le guarda a Valeriano una gratitud palpable... Otros ya se han olvidado, es problema de que la vida hoy en día va demasiado aprisa y no queda tiempo de pensar en un pasado triste, y lejano, demasiado lejano... El pasado lunes, Valeriano recibió un pequeño homenaje, no por nada de lo que he citado anteriormente, sino por ser uno de los hombres de más edad, del Hogar del Pensionista La Chaniecha, de Caboalles de Abajo. Junto con otra mujer recibieron el calor de personas que, al igual que él, han hecho del Valle de Laciana lo que hoy es. Desde aquí, quiero recordar a todos los Valerianos que ha dado este Valle de Laciana, personas silenciosas que, con su labor de un día tras otro día, nos han dejado un lugar para la convivencia, para la tranquilidad...No desperdiciemos este patrimonio heredado y hagamos de el moneda de cambio que se vende al mejor postor. Nuestra labor es conservar (en lo que podamos) la herencia recibida, y si Laciana hoy día es algo, continuemos luchando porque así sea... Nuevamente, les pido disculpas por utilizar esta tribuna para hacer el retrato de una persona querida, pero han de comprender que quiero hacerlo en vida de esa persona, y repito que ojalá sean muchos los años que le queden de vida... Y que cada día que pase sea también un homenaje a las fatigas pasadas para llegar hasta donde ha llegado. Luego, reciba con estas líneas el merecido homenaje, Valeriano Alvarez, un lacianiego de pro donde los haya, al cual me gustaría llegar algún día, tan solo a la mitad de su altura como persona. Verdad es, como dice el aforismo, que al lado de un gran hombre siempre suele haber una gran mujer, y mi padre la tiene. Pero el homenaje este día es para él... Gracias por todo lo que de tí pudimos aprender, desde la humildad de esta columna recibe todo el cariño que tu te mereces...