El edificio es emblema de una saga y de la Institución Libre de Enseñanza
La Casa Sierra reabre sus puertas
El autor del artículo hace un repaso por la historia de la Casona de Sierra Pambley de Villablino, así como de la figura de don Paco, el promotor de la fundación a la que
El año 1774 fue significativo en Villablino por la construcción de la casa solariega de la familia Sierra Pambley, que coincidió con el nacimiento de Felipe Sierra Pambley, insigne político del XIX e hijo del primer hidalgo de la saga, Ángel Sierra Pambley. Se hizo en lo que entonces eran las afueras de un pueblo que por entonces era superado en habitantes por San Miguel de Laciana y San Mamés de las Rozas, entre otros. Esta casa, que posee el formato de una de hidalgos montañeses, pertenece a la evolución de la casa típica lacianiega en forma de semicírculo. Siempre la conocieron los lacianiegos como la Casa Sierra, que después de pertenecer a don Ángel pasó a sus hijos y nietos, hasta llegar a Francisco Fernández Blanco de Sierra y Pambley. Nacido en Villablino el 24 de abril de 1827, don Paco, hombre maniático hasta la médula y empedernido solterón, creó a finales del siglo XIX la Escuela Sierra y Pambley Mercantil y Agrícola de Villablino, construyendo un magnífico edificio para ella al lado de su casa, gestionadas por la Fundación que creó al amparo de la Institución Libre de Enseñanza. La casona está orientada al sur, viéndose en la fachada este el escudo de armas familiar, con campo de plata y en él, castillo negro con llamas que le abrasan, y a su puerta un hombre armado de espada y rodela, impidiendo su entrada, viéndose en la punta del escudo una barca con tres remos sobre hondas azules y de plata, existiendo debajo una cartela labrada en la que se puede leer «Jesús, María y José. Año 1774». Enfrente del escudo aún se conserva aquel pozo del que el criado traía a don Paco un gran vaso de agua fría a las seis de la mañana, así como la huerta y los frutales, pero no el palomar, que fue derribado en los setenta. La fachada sur es la más conocida. Una vez pasado el frontispicio, rematado con tres moños, y después de subir una pequeña escalera, nos encontramos en un amplio corral de chábanas, en el que el elemento dominante es el hórreo. Al fondo del corral, el corredor, asentado sobre cuatro gruesos y vetustos pilares de piedra, debajo del cual se encuentra la puerta que da acceso al interior, detrás de la cual todavía se conserva la otsera. El elemento simbólico de la casa es, junto con la cocina, la capilla de san Esteban, quien fuera patrón del pueblo de Villablino. Cada 26 de diciembre, los vecinos acudían a escuchar la misa en la capilla, ya que no tuvo iglesia propia hasta bien entrados los años cincuenta. En la planta superior, un luminoso corredor con amplios ventanales, que poco se parece al primitivo, ejerce como distribuidor. A la izquierda se encuentra la habitación de don Paco, solamente con los objetos necesarios, ya que él siempre fue una persona muy austera. Curiosidades De echo, es digna de contar una anécdota curiosa nos habla de que dos de sus amigos le intentaban convencer de la conveniencia de adquirir un vehículo con chófer para sus desplazamientos, después de haber realizado un largo viaje. Él, ante la interesante propuesta, les preguntó el precio del coche, la gasolina, la manutención..., de manera que sumo todas las cantidades y les contestó que no lo consideraba oportuno debido a que con el mismo dinero podría mantener otra escuela, y esto sólo beneficiaba a su persona. Al fondo del corredor, los hornos, el comedor y la cocina, en la que, según un discurso de Manuel Bartolomé Cossío en leído Villablino en 1935, después de que éste ya hubiera fallecido, el 1 de noviembre de 1.885 «a las once de la noche se apeaban en Río Oscuro, donde entonces concluía la carretera, de un carricoche en el que habían salido de León al amanecer, cuatro personas: el fundador, dos grandes amigos suyos (Francisco Giner de los Ríos y Gumersindo de Azcárate), egregios profesores de la Universidad y gloria del país, y un mozo, discípulo de ambos, que, profesor también en ciernes, no fue nunca otra cosa que aprendiz de maestro. Con un farol y a pie hicieron el camino vecinal a Villablino y entraron rápidos en la cocina, porque la nieve no estaba en las puertas pero sí en los altos. De aquella cocina ya no salieron más que para enterarse de lo que creían necesario a sus propósitos. En aquellos escaños, al amor de aquel fuego, proyectaron, meditaron y resolvieron. Y al partir, a los pocos días, para Río Oscuro y León, en la misma forma, sin que nadie lo advirtiera, habían creado en Villablino una fuente». La crónica de Cossío narra el primer viaje que los miembros de la ILE hicieron a Laciana para crear la Escuela Sierra y Pambley, si bien posteriormente los viajes fueron frecuentes por parte de Cossío y de Azcárate, que acudían a Villablino en verano, acompañados de sus esposas, para celebrar las reuniones del Patronato e inspeccionar la escuela, y se alojaban en las habitaciones del ala oeste. La estancia de don Paco se limitaba a julio y agosto, estando los demás meses a cargo, junto con los rebaños de merinas y la ganadería, de su administrador, Aniceto Álvarez, haciéndose posteriormente cargo su hermano Regalado, con el que el Patronato tuvo algún problema. La casona sufrió, durante la Guerra Civil, el alojamiento de las tropas, así como numerosas reformas en su distribución interior para ser destinada a vivienda de maestros.