Diario de León

David Fernández, que nació en Prioro, ha trabajado para erradicar el sida y el hambre en África

Un monje leonés en Zimbabwe

David Fernández Díez, religioso misionero, es natural de la localidad leonesa de Prioro. Se ordenó sacerdote en 1974 y un año más tarde decidió trasl

David Fernández, durante su estancia en la localidad de Prioro

David Fernández, durante su estancia en la localidad de Prioro

Publicado por
José María Campos Corresponsal de PRIORO.
León

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La estancia del leonés David Fernández en la misión de San José, en Zimbabwe, ha sido «satisfactoria», según reconoce. Allí se sintió respetado, aceptado y escuchado. La situación de conflicto que atraviesa el país ha vetado, en estos momentos, la misión, «lo que hace difícil mantener las instituciones de educación, sanidad y de creación de empleo que tanto costó poner en marcha». El religioso indica que frente a lo que pueda parecer desde fuera en Zimbabwe no hay una guerra de tribus, si no entre el Gobierno y una gran oposición formada por jóvenes, gente culta y trabajadora. El Gobierno está defendido por un ejército, una policía y por los «guerreros de la guerra», hombres y mujeres que dejaron la escuela en el año 1975. «Abandonaron la escuela cuando tenían 7 y 8 años -explica- y se hicieron guerrilleros para luchar contra los blancos. La guerra la ganaron y los menos volvieron al colegio. La mayoría son gentes que lo único que han aprendido es a luchar». Todo ello hace que en zonas aisladas como la misión de San José se esté muy condicionado por la relación que exista o la opinión que tengan los veteranos guerreros sobre el trabajo de los misioneros. «Según lo que estos guerreros transmitan al Gobierno así te va a ir», señala David Fernández. La misión de San José fue destruida a principios del año 80 dado que allí nació el líder de la oposición, Joshua Nkomo. Además, en torno a la misión se formaban los centros de oposición. En 1986 un nuevo intento de abrirla fue abortado. «Más tarde mantuve un contacto con el jefe de la tribu, quien me hizo esperar nueve meses para darme una contestación de si aceptaban abrir la misión. Finalmente me aceptaron y la misión se reabrió», asegura. A partir de aquí empezó un trabajo para montar una escuela, un hospital y seis cooperativas para evitar que la gente joven se fuera a Sudáfrica. «Ahora estamos centrados en la segunda fase del hospital para lograr 50 camas lo que nos dará derecho a tener un médico residente pagado por el ministerio». El problema, recuerda Fernández, es que todo ese trabajo se encuentra afectado por la situación política y es complicado que el Gobierno autorice la ampliación de la escuela o del hospital. «Nuestro hospital -aclara- cubre a una población de 52.000 habitantes, 8.800 de ellos son niños y sólo tenemos cinco enfermeras. El médico más cercano está a 200 kilómetros». También se suma la sequía y el sida, que afecta al 80% de las embarazadas de la misión. «En estos dos últimos años en la zona de la misión ha llovido sólo tres días. Las cosechas son nulas. Toda la población del sur de Zimbabwe tiene que ser alimentada diariamente. Debería ser una labor del Gobierno, que en abril prometió que ningún ciudadano de Zimbabwe se moriría de hambre aunque no hubiera votado por ellos. Lo cierto es que a esa zona la comida no llega». La mayor ayuda que llega a la misión es de Cáritas Internacional.

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