Diario de León

MARIANO GARCÍA SACERDOTE Y PROFESOR DURANTE 42 AÑOS LACIANA

«Hay demasiados reclamos que descentran a los jóvenes»

El sacerdote Mariano García abandonó el pasado mes de septiembre su labor docente como profesor de religión, despues de 42 años compatibilizándola con su tarea pastoral en las iglesias

Publicado por
José Luis Vega Corresponsal de VILLABLINO.
León

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A su juicio la imagen exterior que ofrece esta comarca no es muy positiva, y esto contribuye al recelo que el profesorado tiene a la hora de establecerse en esta zona de forma permanente, aunque según asegura, continúa vigente una frase extendida entre el colectivo en la que se aseguraba que «a Laciana se llega llorando, y se marcha llorando». -¿Cómo ha vivido los cambios que se han producido en la formación educativa a lo largo de su trayectoria profesional? -Durante todos estos años se han llevado a cabo varios planes de estudio y diversas leyes. En la década de los 60 se intentó buscar una educación generalizada para acabar con los mas de tres millones de analfabetos que entonces había en España, y a partir de los 70 se cambió la política con el fin de mejorar la calidad de la enseñanza. -¿Hay mucha diferencia entre los alumnos actuales y las generaciones anteriores? -Yo no creo que los alumnos de ahora sean ni mejores ni peores que los anteriores, pero lo que sí hay en la sociedad actual son demasiados reclamos que descentran a los jóvenes. Los mensajes les llegan sobre todo por imágenes y sonidos más que por transmisión oral. Eso hace que les sea muy difícil mantener la concentración en un aula durante mas de siete minutos seguidos. -¿Hay alguna peculiaridad que caracterice o diferencie el sistema educativo del valle? -Está muy marcado por la gran movilidad del profesorado. A veces se ha producido hasta un 50% de cambios en la plantilla y esto evidentemente supone diferencias. Este fenómeno puede ser positivo en ocasiones porque se enriquece el claustro con savia nueva, con gente joven que tiene ganas de trabajar e impartir nuevas técnicas educativas, pero también crea problemas de adaptación por parte de los alumnos, ya que además de la inexperiencia de las nuevas incorporaciones los cambios continuos originan una discontinuidad pedagógica, que se evitaría con una mayor regularidad del profesorado. Porque lo cierto es que cada maestrillo sigue teniendo su librillo. Aún así, yo creo que en general es beneficioso. -¿A que cree usted que se debe este recelo de los nuevos profesores? -Yo creo que desde hace años se ha venido extendiendo una faceta negativa de Laciana, debido a la evidente dificultad geográfica, las malas comunicaciones y un ambiente sociolaboral que ha contribuido a alimentar una imagen de zona conflictiva. Desgraciadamente hemos sido noticia por cuestiones negativas y no siempre se airearon los valores positivos del valle. Aún así yo siempre he dicho que a Laciana se entraba llorando y se salía llorando. La mayoría de la gente que ha llegado aquí se ha encontrado integrada, y después de los recelos iniciales los foráneos suelen quedar gratamente impresionados. Yo mismo he venido de Cisterna, no soy de la zona, pero me he quedado aquí junto a otro núcleo muy importante de profesores que estamos enraizados socialmente en el valle y hemos elegido Laciana como segunda patria. -La asignatura de religión también ha sufrido muchos cambios a lo largo de su trayectoria educativa, ¿no? -Por supuesto. En un primer momento se trataba de una asignatura obligatoria donde nos encontrábamos con alumnos obligados a recibir la entonces denominada formación religiosa y moral cristiana. Posteriormente se otorgó libertad para que el alumno o su familia decidieran si querían recibir estas clases. Entonces se notaba mucho mas interés por parte de los alumnos. Además, el instituto de Villablino llamó la atención en aquella época, porque alcanzó los datos de participación más altos de la provincia, con un 90% de matriculados en religión, lo que resultaba sorprendente, sobre todo tratándose de una zona minera. Ahora se ha marginado esta asignatura, porque se le da la opción al alumno de elegir entre religión, que supone un esfuerzo, y otras posibilidades mucho mas relajadas, como jugar al parchís o ver películas, por ejemplo. -¿Cómo ha compatibilizado su labor educativa con su labor pastoral? -Yo nunca hice esta distinción, porque para mí la labor educativa es una actividad pastoral más, un complemento de la tarea sacerdotal. -¿Qué episodios destacaría de estos 42 años como profesor? -Guardo un recuerdo muy especial del colegio de Carrasconte, por el clima familiar que se logró crear entre profesores y alumnos. Después, en 1975, porque en aquella época había muchas tensiones propias de una sociedad que se encontraba fuertemente ideologizada y entonces me vieron como la persona que podía conciliar las dos posturas. Fui el primer director del instituto elegido democráticamente, aunque posteriormente los tribunales no reconocieron la elección, porque según argumentaron entonces carecía de estabilidad jurídica. Desde la Administración no se veía con buenos ojos que un sacerdote fuera director, aunque a mí me quedó la satisfacción de que mi candidatura había sido presentada por los profesores de ambos sectores, alumnos, e incluso una amplia representación de la asociación de padres. A partir de entonces me replegué, huyendo de cualquier responsabilidad que no fuera trabajar de peón en las aulas, que es donde me he sentido como pez en el agua.

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