Diario de León

La ciudad custodia la bandera que ondeó en la lucha contra los árabes

El histórico pendón de Clavijo

El pendón se procesiona cada tres años entre la plaza Mayor y la catedral

El pendón se procesiona cada tres años entre la plaza Mayor y la catedral

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León

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En nuestra entrega anterior sobre la plaza Mayor recordamos los avatares arquitectónicos que fructificaron en el elegante Ayuntamiento que preside tan señorial enclave. Trazado según el modelo «a la austríaca» en auge allá por 1675, cuando Manuel de Lastra inició su construcción, en él destacan Juan Zancuda y Nicolasa. En el interior del edificio se guardan otros tesoros de enorme relevancia para esta tierra que ha sido calificada, en ocasiones con un tono no demasiado apreciativo, como lugar natural para curas y militares, un espacio «de silencio, oración y disciplina». Efectivamente, la milicia y los hechos de armas son cordón umbilical en la vida astorgana. Por ello, el emblemático pendón de Clavijo es una de las joyas que pregonan otros tiempos soberanos donde los hechos reales se confunden con las leyendas, creando hombres y símbolos que ya forman parte de lo mejor del romancero hispano. Tropas cristianas Haciendo retroceder la moviola de la historia hasta el 23 de marzo del año 844, nos encontramos a las tropas cristianas, comandadas por el monarca Ramiro I, dispuestas a entablar batalla con los ejércitos árabes en los alrededores de Nájera, justo en un collado denominado Clavijo. Durante la noche previa al combate, siempre según cuenta la tradición, el rey recibió en sus sueños la visita de Santiago Apóstol, quien le pronosticó la victoria que obtendrían los soldados de la fe. Y así fue; los guerreros asturianos dieron muerte a setenta mil sarracenos y, simultáneamente, crearon la leyenda de Santiago Matamoros. Lo más importante para nuestro relato es que, según cuenta don Augusto Quintana Prieto, el pendón real de los cristianos fue portado durante aquella memorable jornada por un tal Luis, hijo de Osorio, que era alférez de Ramiro I. En recuerdo de la gesta el monarca le regalaría tan gloriosa bandera, que transmitida de generación en generación llegaría en el siglo XV a manos de los marqueses de Astorga, quienes la donaron al corregimiento de su ciudad. Astorga correspondería al presente creando una guardia especial, la Zuiza, cuya misión era rendir homenaje y procurar escolta a la enseña cuando se la paseaba en cívica comitiva, coincidiendo con el aniversario anual de la batalla.

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