Historias, tradiciones y leyendas
Del crimen del cura y su criada al santo que llegó de Riaño
El investigador Javier Benéitez, en su búsqueda del pendón concejil, saca a la luz parte del pasado de la localidad de Villaestrigo del Páramo
No hay pueblo que no esconda en la memoria de sus vecinos o en escritos por descubrir historias, tradiciones y leyendas. Y Villaestrigo del Páramo no podía ser una excepción. En su afán por certificar la existencia del pendón concejil de la localidad, algo que consiguió, el investigador Javier Benéitez, en sus conversaciones con los más mayores y su trabajo de documentación, se topó con varias de ellas dignas de ser contadas; algunas conocidas, otras que sorprenderán a los propios habitantes del lugar.
Vamos a ello. La primera es un hecho real. Hay que situarse a finales del siglo XIX: el crimen del cura y su sirvienta. Era el 30 de octubre de 1898 cuando tres hombres perpetraron en Villaestrigo del Páramo un horrendo crimen de cuyos hechos se hizo eco la prensa nacional de entonces. El párroco Pedro Cao Rodríguez y su sirvienta, Antonia Reñones García, fueron asesinados a sangre fría en su domicilio para robarles 4.250 pesetas. Los autores fueron detenidos y ajusticiados en la horca en la plaza pública de La Bañeza el 15 de julio de 1900. Los asesinos tenían nombre: Julián Villamarcos Samuelas, Juan Martínez Botas y Dionisio García y García. De ello dieron fe los diarios Heraldo de Zamora y Correspondencia de España.
La segunda es una leyenda, la de san Gregorio, recogida en la obra León romero y festivo, año 1996. Cuentan que un pastor encontró entre las localidades de Cazanuecos y Villaestrigo una estatua de san Gregorio. Los dos pueblos la querían y para dilucidar y resolver la cuestión, uncieron una vaca cada pueblo, tirando ambas en sentido contrario. Los pícaros de Villaestrigo pusieron una recién parida que aún no había amamantado a su jato desde el día anterior. Y, a causa de ello, redobló sus fuerzas, y se llevaron el santo, lo que coincide con lo que a Benéitez le contaron algunos mayores de Villaestrigo. Hasta hace unos cincuenta años ambos pueblos acudían con sus pendones al lugar del hallazgo de la imagen de san Gregorio. Ésta era portada por los vecinos de Villaestrigo. Allí se efectuaba la bendición de los campos y, ya todos juntos, se dirigían hacia Villaestrigo para rematar la fiesta.
Invasión francesa
A uno de los libros de cuentas de la parroquia le arrancaron las páginas de los años 1801 a 1808
En la actualidad, cuenta Javier Benéitez, la celebración se limita sólo a Villaestrigo, donde el ‘Voto a San Gregorio’ revista carácter de fiesta local, pero ni siquiera se mantiene la procesión.
Incluso la imagen original tampoco existe, ya que se quemó años atrás y ésta fue sustituida por otra de poco valor procedente de uno de los pueblos anegados por el pantano de Riaño. «Los tiempos han cambiado y los campos de ahora ya no necesitan la lluvia como antes». Curiosamente, ésta llega a estas tierras procedente del embalse de Riaño, como en su día lo hizo San Gregorio.
El paredón rematado por una cruz existente junto al actual cementerio también genera dudas entre los vecinos de Villaestrigo, que Benéitez se ha encargado de aclarar en la medida de lo posible. Todo surge de dónde se localizaba la que en su día fue la ermita de Cruz. Dice el investigador, que en sus conversaciones con las gentes del pueblo, algunos le contaron que sus antepasados la situaban en el camino que discurre hacia Laguna de Negrillos, sin saber a ciencia cierta el lugar exacto. Sin embargo no pasa lo mismo con la ermita de San Gregorio, documentada su existencia por Benéitez, pero que los vecinos desconocían por completo. «Hay quien la sitúa junto al cementerio, lo que sería la actual torre de tierra que se mantiene en pie con una cruz en todo lo alto. Pero no es así. Los documentos (y las conversaciones con varios vecinos) nos dicen que esa torre de tierra pertenece a la antigua iglesia de San Pedro Apóstol, que existió en ese lugar antes de ser construida la nueva en el centro del pueblo en el año 1894».
Javier Benéitez se basó en su investigación en el estudio de los libros de fábrica o de cuentas de la parroquia de Villaestrigo y de la Cofradía de la Cruz, conservados en al Archivo Histórico Diocesano de León.
El paredón de tierra
Son los restos de la antigua iglesia de San Pedro Apóstol antes de construir la actual en 1894
Precisamente, en uno de ellos, en un apunte aparece algo muy curioso y llamativo. El 7 de mayo de 1822, el obispo de Astorga, Guillermo Martínez, visitó la iglesia parroquial de la villa de Villaestrigo, en el arciprestazgo de Páramo y Vega, y en el libro se encuentra el siguiente texto: «visitó la ermita titulada del Santo Cristo, con patronato de la Cofradía de la Vera Cruz, que halló con la necesidad de repararse el tejado y paredes por lo interior de la ermita, en cuya visita mandó a la mayor brevedad se repare y ponga para que no se arruine enteramente, y esto a costa de la referida cofradía, y que se borren con el blanqueo las figuras que hay en las paredes. Prosiguió visitando los libros de la misma iglesia, y éste de su fábrica, el cual según aparece de la nota puesta en el folio 41, fue robado por los franceses y arrancados 20 folios que se advierten desde el 19 al 41, y en los que estaban las cuentas de los años desde 1801 hasta 1807, ambos inclusive». En este punto cabe recordar que los franceses de Napoleón estuvieron en España desde 1808 hasta 1814. Y, por lo visto, también hicieron de las suyas por estas tierras del Páramo.
Así pues, la búsqueda del pendón concejil de Villaestrigo del Páramo hizo, como en otras muchas ocasiones, que Javier Benéitez se encontrase con otras interesantes historias, tradiciones y leyendas. Desde el cruel crimen de un cura y su sirvienta, hasta una romería hoy desaparecida, varias ermitas, la invasión francesa, el origen de la imagen de un santo..., además, por supuesto, de certificar con numerosos documentos que aquí también hubo, en su día, pendón concejil.