Diez años de la ruta de las minas
Una senda para no olvidar el pasado
El patrimonio industrial y natural del valle de Sabero se unen en esta ruta en recuerdo de los mineros que pasaban por el trazado hace décadas
Es noche cerrada, sin apenas luna, y las calles del pueblo están tan vacías como oscuras. Una pequeña luz aparece al fondo de la plaza y luego otra se le une desde una estrecha calleja. Juntas salen al camino y se van colocando en orden, siguiendo una hilera que brilla y serpentea monte arriba, creciendo con nuevas luces que se incorporan desde senderos adyacentes. El brillo azulado y tembloroso de los carburos contrasta con el resplandor rojizo de los cigarros encendidos. No hace frío y por suerte hoy no ha nevado. Por eso los mineros caminan alegres, incluso alguno silba una vieja canción, a pesar de que les espera una ruta de mas de una hora por esa vereda hasta llegar a la mina. Una ruta que tendrán que volver a hacer al final de una dura jornada, con la cara tan oscura como la noche que de nuevo cae sin que ellos hayan visto la luz del día.
Hace muchos años que ya no hay minas en el valle de Sabero y muchos más que los mineros de lugares como Alejico, Aleje, Verdiago o Valdore, dejaron de recorrer cada día varios kilómetros a pie a través del monte para llegar a su trabajo, pero esas sendas mineras han vuelto a la vida de la mano de una actividad muy alejada de ese duro trabajo, el senderismo.
La ruta de las Minas cumple este mes diez años de vida y el objetivo de reconvertir los viejos caminos mineros en un lugar de ocio, pero también de recuerdo a esos obreros caminantes y de conocimiento de las antiguas explotaciones a las que acudían, se ha cumplido. Así lo atestiguan los miles de senderistas que han realizado esta travesía circular, que discurre por paisajes excepcionales, especialmente los contemplados desde el mirador que se ha creado en la zona más alta de la ruta y por rincones con encanto, como los restos de la mina ‘Eglatine’ o ‘Mariate’. Un camino rodeado de robles, cerezos, helechos y otros matorrales, hasta llegar a la mina ‘La Imponderable’, donde se puede apreciar la bocamina por donde salía el hierro para la Ferrería de San Blas en 1850, a orillas del río Esla y del puente colgante de la pequeña localidad de Alejico, único en la provincia.
El proyecto de creación de la ruta, que vincula naturaleza y patrimonio industrial, surgió hace una década, por parte del Consistorio Municipal, apoyado por el Club de Montaña Los Rejos y el MSM y con la financiación del Ayuntamiento y el Grupo de Acción Local Montaña de Riaño.
«Se han superado todas las expectativas que habíamos puesto en este proyecto. Pocos esperaban este éxito de la apuesta por el senderismo como un complemento más para atraer al turista al mundo rural». Así se expresa el alcalde de Sabero, Francisco García, quien añade que «la homologación por parte de la Federación de Senderismo de Castilla y León y el cuidado y mantenimiento continuo de la ruta es muy importante para su éxito».
Este éxito ha animado al Ayuntamiento a la puesta en marcha de una red de rutas de senderismo alrededor del valle de Sabero, para lo cual ya está preparada la homologación de la ruta de ‘Los Miradores’, también con claro carácter minero, y la señalización de la ruta de La Cruz de Sahelices y la del mirador de ‘La Torreta’ en Olleros de Sabero.
El Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, de donde parte la ruta, ha sido fundamental para dar a conocer esta consolidada ruta, que se ha convertido en el complemento perfecto a la visita al centro. Museo, ruta de senderismo, Cueva del Valdeajo, Camperona y Canal de Aguas Bravas configuran un paquete turístico muy completo en el municipio.
Un escape al covid
A causa de la pandemia, los vecinos del valle de Sabero han visto como ha aumentado de forma extraordinaria la afluencia de senderistas. Raro es el día que no se ven llegar a la Plaza San Blas vehículos que aparcan para que sus ocupantes inicien la ruta. El fin de semana son decenas de coches y cientos de deportistas los que realizan el recorrido. Después de casi tres horas de caminata, y aprovechando el buen tiempo, son los bares de la localidad los que acogen a estos caminantes en sus terrazas contribuyendo así a superar en parte la crisis económica provocada por el covid-19.