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«Las zonas con población tendrían que ser tratadas como santuarios»

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León

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Manuel A. González, el coordinador de este libro, hizo la tesis doctoral sobre los lugares más raros de la Cordillera Cantábrica donde hay urogallos, que son las zonas de Omaña donde, según apunta Francisco J. Purroy, «es la zona sur, la zona mediterráneo, que no es zona fría eurosiberiana».

Y es que la relación entre estos dos científicos, a los que les separa una generación, va más allá de la colaboración hecha en este libro. Todo comenzó en la facultad de Biológicas donde Manuel era el alumno y Purroy el admirado profesor. «Un día llegó a clase con unos excrementos que recogió en su pueblo, Valdelugueros, cuando aún había allí urogallos, y me dice, ¿y esto de qué es?. Yo le dije, pero niño si son de urogallo, ¿de donde lo has sacado?, y nos fuimos para allá a hacer el seguimiento del ejemplar durante un año, luego el ejemplar desapareció», explica Purroy.

De la pasión por esta especie, y de la admiración a los pioneros en la investigación de esta especie, nació esta publicación.

Manuel A. González recibió el encargo de la Universidad de homenajear a todos ellos en el 50 aniversario de la facultad y así lo hizo. «Me encargan coordinar un libro monotemático sobre el urogallo cantábrico por ser una de las especies emblemáticas para la universidad de León y en concreto para la facultad de Biología», explica.

A partir de ahí contactó con los autores —17, incluido él— que son los científicos que agrupan el 90% de las publicaciones que existen actualmente sobre la especie.

González asegura que «las administraciones están aplicando medidas que son socialmente muy aparentes, como la cría en cautividad y la supuesta mejora del hábitat y se está desviando de la protección estricta de hábitat, que es lo necesario». Explica que los lugares donde quedan urogallos deben ser tratados «como santuarios», ya que la situación es límite. Por eso asegura que en las áreas críticas que comprenden el plan de recuperación tendría aplicarse la legislación. «Es relativamente sencillo trabajar allí, son zonas que pertenecen a los pueblos, son montes públicos que quedan en las zonas más lejanas, donde no hay apenas conflicto con el ser humano y donde realmente hay poco aprovechamiento económico, más allá de la caza, el turismo, la ganadería extensiva medio año y el conflicto con las eólicas». Afirma que cualquier actividad humana que suponga fragmentación y molestias «hay que erradicarlo, esa es la raíz del problema, ya que esas causas de mortalidad tenían que haber sido atajadas hace tiempo», apunta González que considera que ahora mismo «no nos podemos permitir perder más urogallos por causas humanas».

El biólogo cree que las administraciones «han ido por una gestión de cara a la galería, como la cría en cautividad y la silvicultura que no va ningún lado, y eso ya lo ha dicho la ciencia». Considera que los pollos criados en cautividad no aprenden a ser urogallos salvajes, lo que se hace es perpetuar la especie en el stock genético pero no se asienta población en el bosque.

Explica que en Europa han habido más de cien intentos de cría en cautividad y no han funcionado ninguno, sólo funcionan las traslaciones, que es coger individuos salvajes de un monte y llevarlos a otro. «En Escocia llevaron cerca de mil de Suecia, a un lugar sin depredadores, y es sí funcionó», apunta.