Diario de León

El húsar Tiburcio Álvarez se resistió en la contienda contra los franceses

Heroísmo contra la soberbia

La calle dedicada al húsar Tiburcio desemboca en la carretera N-VI

La calle dedicada al húsar Tiburcio desemboca en la carretera N-VI

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León

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Cada rincón astorgano está saturado de ecos del pasado y memorias de legendarios monumentos, vencidos al fin por el paso del tiempo y los renovados afanes de los hombres. La calle del día, bautizada en honor del irreductible Tiburcio Álvarez, el húsar Tiburcio, está incluida en un entorno donde se ubicaba, allá en la agitada Edad Media, la segunda judería en importancia que registra la ciudad. Se localizaba hacia el ángulo sudoeste de la capital, muy cerca de Puerta Obispo y dentro del territorio correspondiente a la parroquia de Santa Marta. Corrían buenos tiempos para los astorganos de la época, gracias fundamentalmente a la expansión económica y social procurada por el Camino de Santiago, la ruta más devocional y militante de la vieja Europa. Luego llegarían años de intolerancia y calumnias, cuando se atribuía al pueblo judío todos los males imaginables. Por fin, en 1492 los todopoderosos Reyes Católicos firmaban el decreto de expulsión de los semitas hispanos. Mucho ha llovido desde entonces, aunque aún pervive en la zona el ambiente de aquellos españoles defenestrados por la ignorancia y la intransigencia religiosa. Lo mismo que forma parte del patrimonio común el recuerdo del soberbio palacio de los marqueses de Astorga, alcázar de la ciudad y residencia de una familia que ostentó el título de «alféreces de los reyes». Su severa silueta, derruida mucho tiempo atrás, se erguía bien cerca de la arteria que protagoniza esta nostálgica sección. Las cosas han cambiado y la calle Húsar Tiburcio presenta en la actualidad una imagen moderna y atractiva, de anchura considerable y despejada calzada. Trazada en sentido recto y descendente, su trayecto se prolonga desde la plaza Esteban Carro Celada, otro nombre destacado dentro de la amplia nómina de astorganos ilustres, hasta la avenida Madrid-Coruña. Justo enfrente de su conclusión, en la esquina con la transitada bajada de los Bolos, encontramos una típica casa que exhibe con orgullo sus señas de identidad: «Juan Vega. 1914». Más modernos son los edificios de nuestra vía, aunque no perjudicados por una altura excesiva, conformando una arteria tranquila y afable, bien alejada de los apasionamientos y fervores que marcaron la existencia del personaje que da nombre a su rótulo: el húsar Tiburcio.

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