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Silvia Clemente criticó la incineración de los jabalíes de la batida de Picos sin saber que su departamento en León estuvo implicado en la decisión

La consejera no se entera

La consejera de Medio Ambiente, Silvia Clemente, criticó recientemente y en público que la carne

La consejera de Medio Ambiente, Silvia Clemente, en una imagen de archivo realizada en su despacho

Publicado por
Jesús María López de Uribe Redacción - LEÓN.
León

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La gran chapuza. La batida de caza para controlar la población de jabalíes dentro del Parque Nacional de Picos de Europa ha demostrado que la burocracia es capaz de estropear hasta las más buenas intenciones y dejar en evidencia a los responsables al criticar decisiones en las que han intervenido sus propios funcionarios sin haberse ni enterado. Esa batida se planificó desde la Comisión Mixta del parque nacional a petición de los habitantes del mismo, y en ella se acordó intentar que la carne de los animales abatidos fuera donada a la beneficiencia, para evitar un derroche innecesario. Pero la falta de planificación, la burocracia y las prisas de última hora acabaron con toda la buena intención de los responsables del parque -de la cual no hay duda- que tuvieron que decidir in extremis que la carne fuera destruida. El primer problema fue el poco tiempo que dispuso la dirección del parque nacional para organizar la batida. Al ser la primera vez que se hacía una cosa de estas características en un parque nacional -se abatieron 42 piezas a petición de los vecinos- ya que es el único poblado de toda Europa, la falta de experiencia jugó una mala pasada. La directora del parque, Victoria Delgado, empeñada en que la carne se pudiera aprovechar -y a sabiendas de que la ley marca que los animales no pueden servir de trofeo ni su carne se puede comercializar- consultó días antes de la batida del sábado 9 de noviembre a los servicios veterinarios del parque qué se debía hacer para tener todos los permisos en regla. Éstos le indicaron que los veterinarios de la Junta de Castilla y León debían intervenir y ella, el viernes 8, intentó ultimar los detalles siempre en contacto con el Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta en León e informándoles de la situación a cada momento. A partir de ahí, posiblemente agravados por la premura de tiempo, comenzaron a surgir una serie de dificultades que llevaron a adoptar la decisión de incinerar los cadáveres de los animales. Primero, el Servicio Territorial de Sanidad no quiso dar el visto bueno a la cesión de la carne por dos razones: porque la ley marca que no se puede comercializar -Delgado intentó hacer ver una y otra vez a los veterinarios de esa consejería que no se iba a ganar dinero con ella y que no era técnicamente comercialización- y porque se tenían que trocear los jabalíes en una sala de despiece especializada en carne de caza -de cuya existencia no conocía nadie en la dirección del parque nacional ni en Asturias ni en León, pese a que sí existe una en la provincia-. Y segundo, y para colmo, sin el permiso de Sanidad, los veterinarios de Ganadería no podían dar la tarjeta sanitaria que permitiera el traslado por carretera de los cuerpos de los animales. Al final, todo un berenjenal, con la directora del parque nacional llamando de un lado a otro intentando «que no se desperdiciara esa carne» y el servicio de Medio Ambiente de la Junta y el de Ganadería ofreciendo todo su apoyo. La cuestión fue que, al final, se cazaron muchos animales en la batida, que en todo caso no se sangraron y quedaron expuestos al sol durante varias horas. Animales sin garantías Victoria Delgado lo tuvo claro entonces: «Sin permisos y sin garantías y pensando que se destinaría para ancianos y transeúntes, consideré que al no tenerlo seguro lo mejor era incinerar los cadáveres, con toda mi pena, para evitar problemas. Así que no me quedó más remedio que ordenarlo». El colofón de este mar de líos y despropósitos, posiblemente causados por la falta de tiempo en la organización de la batida -y que al menos servirán de ejemplo para futuras batidas de este tipo-, fueron las declaraciones de Silvia Clemente al miércoles siguiente criticando a la directora del parque que se incineraran los animales y no se dieran a beneficencia. Sobre todo cuando su departamento en León sabía a la perfección por qué había ocurrido y sólo era cuestión de una llamada antes de hacer preguntas retóricas de cara al público.

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