El astorgano Chus Sobrino reúne en una colección buena parte de la historia del Ejército español
Una vida militar, desde la barrera
Lo suyo era la vida castrense, pero un problema físico le impidió seguir los pasos de su padre. Su pasión por todo lo que rodea al estamento militar
Su pasión le viene en la sangre. Hijo de militar, el mundo castrense apenas tiene secretos para Chus Sobrino. Eso, a pesar de que debido a una serie de condicionantes físicos las puertas del Ejército se cerraron para él. Pero su pasión por todo lo que conlleva lo militar hizo que ésta se encauzara por otros derroteros, y esos fueron los del coleccionismo. Precisamente esa afición por coleccionar le vino de pequeño. No en vano, recuerda este astorgano, los primeros objetos que tuvo en su poder fueron los que le cogió a su padre, coronel destinado en el cuartel de Astorga. De lo que en un primer momento fue un pasatiempo a lo largo de los años, y por eso de los avatares de la vida, se ha convertido en una ferviente afición que le ha hecho conseguir innumerables elementos castrenses dignos de un museo. Gorras de los distintos ejércitos españoles y mundiales, algunas de ellas con más de un siglo de historia, cascos, sables, escudos y hasta condecoraciones conforman una parte importante de la nómina de recuerdos que celosamente guarda este conocido astorgano. Aunque todos encierran una parte de historia y relevancia para Chus Sobrino, sin duda alguna los que más cariño despiertan en él son los que un día correspondieron a su padre, ya fallecido, o aquellos que supusieron una porción añadida de dificultad a la hora de conseguirlos, caso del Ros de la Guardia Real, en concreto del grupo de Infantería que estuvo en el Regimiento de Astorga en el año 1923, o las gorras del Ejército ruso del periodo comunista. Y es que para este astorgano el Ejército va más allá de nacionalidades, situación que hace que en su colección, aún en proceso de ampliación, se encuentren gorras y cascos de países tan dispares como Estados Unidos, Rusia, Marruecos, Francia o Alemania, eso sin citar a España. Profundo conocedor Para Sobrino, «la vida castrense es todo para mí. Cuando vivía mi padre no había día que no estuviera en el cuartel. Pero ahora que vivo fuera de las instalaciones también acudo a numerosos actos. Sé que por circunstancias de la vida no pude ser militar, pero, aunque sea a través del coleccionismo, intento vivir esa vida lo más parecido posible». Y es que Chus, como así le gusta que le llamen sus amigos, reúne en su casa de la Plaza San Miguel, eso sí, como él mismo apunta, con el permiso de su madre, cientos de elementos militares que van desde las gorras y cascos hasta topas y metopas, medallas y condecoraciones, escudos, sables, alguna que otra arma antigua, estandartes y hasta radiotransmisores. Conseguidos por mediación de familiares, amigos o adquiridos en tiendas especializadas, hoy en día su nómina «militar» asciende a más de un centenar de gorras, numerosos cascos y un rico catálogo en el que además de reconocerse la variedad de estilos de los diferentes ejércitos mundiales, también se puede estudiar su evolución histórica a través de más de un siglo, el que va de la gorra más antigua, la del Ros de la Guardia Real, a las más modernas y las que llegarán en un futuro a su colección todavía en proceso de ampliación. Varias vitrinas, algún que otro baúl y armario son por el momento los depositarios de todo un «arsenal» militar del que Chus Sobrino espera poder mostrar al público cuando encuentre un espacio en el que hacerlo. «Sé que hay a gente que le puede gustar ver una porción de lo que es el Ejército, pero para eso es vital que me dejen hacerlo y hasta el momento en mi casa no puedo por sus dimensiones» apunta un Chus que no se cansa de hablar del mundo militar, para el que según él se hizo, pero que «sólo me ha dejado hacerlo a través de coleccionar trajes, gorras, cascos o sables». Algo que ha llenado su vida. Eso sí, con muchas horas de trabajo, favores pedidos y dinero invertido.