Astorga contó en el XIX con sociedades, cofradías y gremios dedicados a la ayuda a los necesitados
La solidaridad bien entendida
Sus señas de identidad son más de dos mil años de historia en la que la capital maragata ha pasado innumerables vicisitudes. Ciudad de gentes hosp
Aparte de los gremios oficiales, que por razón del sistema tributario existían en todos los municipios, en Astorga florecieron en el siglo XIX casi una decena de asociaciones benéficas formadas por la agrupación de personas que ejercían el mismo oficio con el fin de ayudarse en momentos difíciles. En el apartado masculino seis eran las sociedades, la Piadosa Caritativa (de los carpinteros), la Caritativa Astorgana (de los zapateros), la Filantrópica (de los chocolateros), la Caritativa Piadosa del barrio de San Andrés y las Católico Caritativas de los barrios de Puerta de Rey y Rectivía. En el caso de las mujeres existían en Astorga dos sociedades benéficas, la de Nuestra Señora de los Dolores y la de Nuestra Señora del Carmen. En el caso de las seis primeras, las masculinas, éstas proporcionaban a los socios que enfermaran un socorro durante su enfermedad. En caso de fallecimiento, su cometido era acompañar al cadáver a la última morada y entregar a la familia sesenta pesetas para gastos de entierro. En las sociedades femeninas, éstas acompañaban de igual modo el cadáver de la fallecida con vela en el sepelio, y corrían a cargo de la sociedad cuantos gastos ocasionara el entierro, incluso el de la mortaja, accesorios y el estipendio de los capellanes que asistieran al funeral. Esto era así tanto entre hombres como mujeres, conforme a los estatutos previamente autorizados para constituir las sociedades. También contó la ciudad en el siglo XIX y algunos años del XX con otras sociedades también benéficas, aunque conformadas no sólo por grupos de oficios. Es el caso de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Astorga, cuyo lema era «Moralidad, Instrucción, Economía, Agricultura, Artes, Comercio». En ella figuraban socios de número y adictos, siendo los primeros unos 72 pertenecientes a todas las clases sociales, animados en el deseo, como así lo apunta Matías Rodríguez en su libro Historia de Astorga, en hacer todo lo que fuera factible en beneficio de la enseñanza y la cultura de la localidad. También tuvo su relevancia en tiempo parecido la Liga de Amigos de Astorga, cuyo empeño era interesarse por el progreso moral y material de la población.