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Los lagos Ausente e Isoba marcan el diagnóstico ecológico de la montaña

El objetivo, estudiar la evolución del paisaje de la montaña leonesa

Los investigadores recogiendo muestras y sedimentos en el fondo del lago. JCYL

León

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Investigadores de varias universidades analizan los sedimentos acumulados en el fondo de estos dos lagos glaciares del Ausente y de Isoba para estudiar la evolución milenaria de los paisajes de la montaña leonesa y el impacto del clima y las actividades humanas sobre ellos. Sus resultados proporcionarán evidencia científica sólida que ayudará a definir las directrices que marquen la gestión forestal y la conservación de la biodiversidad en enclaves de alto valor ecológico de la montaña leonesa como el Parque Natural de las Montañas de Riaño y Mampodre.

Las investigaciones han sido llevadas a cabo por un equipo multidisciplinar de investigadores de nueve universidades diferentes: Berna (Suiza), Alcalá de Henares, Complutense y Politécnica de Madrid, País Vasco, Cantabria, A Coruña, Santiago de Compostela y Vigo, así como por personal de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, la cual ha proporcionado además las autorizaciones pertinentes.

Estos análisis se enmarcan en un proyecto más amplio que investiga diversos lagos de montaña en el sur de Europa, así como de los proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de España. En primer lugar, los investigadores elaboran una batimetría del fondo del lago para localizar las áreas con una mayor acumulación sedimentaria, allá donde el registro sedimentario sea más largo y no se haya visto afectado por perturbaciones.

A continuación, se extrae del fondo del lago la columna sedimentaria con ayuda de una sonda a bordo de una plataforma flotante. Posteriormente, los testigos de sedimento se transportan al laboratorio, donde son analizados utilizando diversas técnicas para obtener una reconstrucción de los ambientes del pasado lo más completa posible a partir de evidencias o señales de diferente naturaleza.

Elaboran batometría para localizar las áreas más abundantes. JCYL

El análisis de los sedimentos del fondo del lago del Ausente se ha centrado por ahora en los últimos aproximadamente 2.000 años, y los resultados se han publicado recientemente en la prestigiosa revista científica Journal of Biogeography. Se ha analizado la evolución de las formaciones vegetales así como la magnitud e impacto de las actividades humanas utilizando diversos informadores.

En concreto, el análisis del polen fósil permite identificar las diversas plantas presentes en cada momento y su abundancia. Esta información combinada con la ecología de dichas plantas permite inferir si los cambios en la vegetación se deben a procesos de dinámica natural de la vegetación o si por el contrario son explicables por causas humanas. El marco temporal en el que ocurren todos estos cambios ambientales se establece mediante la datación del sedimento o macrofósiles vegetales, basado en la abundancia de isótopos radioactivos como el plomo 210 o el carbono 14, respectivamente.

Este análisis es el más exhaustivo y completo llevado a cabo en toda la montaña cantábrica hasta la fecha. Además de la combinación de numerosos informadores, presenta como novedad haber integrado en su interpretación el análisis de acontecimientos históricos.

Las principales conclusiones del trabajo son plenamente coherentes con el registro histórico y desmontan hipótesis acuñadas sin evidencia científica acerca de la naturalidad de los pinares y otras formaciones forestales en las montañas leonesas. Los datos ponen inequívocamente de manifiesto que los bosques todavía dominaban en la comarca a comienzos de nuestra era. Dichos bosques eran pinares de pino silvestre, similares a los que se extendían por toda la cordillera Cantábrica tras la ultima glaciación y que hoy (al margen de las numerosas repoblaciones de los últimos setenta años) están restringidos al pinar de Lillo y otras pequeñas representaciones naturales próximas como el pinar de Redipollos así como otros individuos dispersos. Otra pequeña masa natural puede encontrarse en Velilla de Río Carrión en Palencia.

El estudio revela con detalle las causas y la cronología de este cambio en el paisaje, y evidencia que la situación comenzó a cambiar hacia el año 750 de nuestra era. Es en este momento cuando grandes contingentes de pobladores de la meseta huyen hacia las montañas del norte escapando del avance árabe por la península Ibérica e incrementa notablemente la densidad de población.

Como consecuencia, aumentaron los incendios y su severidad y se incrementaron las actividades ganaderas y agrícolas. Con la expansión de la economía agraria, los pinares comenzaron a ver reducido su antes abrumador dominio en el paisaje. Por el contrario, los abedulares aguantaron e incluso se extendieron, merced a su mejor capacidad de regeneración tras el paso del fuego con respecto a los pinares y a que suelen ocupar enclaves más húmedos donde el fuego alcanza menor intensidad. Pero la presión sobre el terrazgo siguió incrementándose y en torno al 950, cuando los grandes monasterios del piedemonte como Sahagún o Eslonza comienzan a afianzar dominios en el concejo de Puebla de Lillo, el análisis revela un desmesurado incremento de los incendios, la expansión de los cultivos de cereal y de los brezales y la brusca e irremisible reducción de los pinares.

Poco más adelante, hacia 1250, coincidiendo con la creación de la Mesta y la conversión de la montaña leonesa en estivadero generalizado de merinas trashumantes, los datos corroboran el incremento notabilísimo de la actividad ganadera, una alta frecuencia de incendios (seguramente para el mantenimiento de los pastos), la reducción también de los abedulares y la extensión generalizada de pastizales y brezales en detrimento de los bosques, reducidos a anécdotas en el paisaje. El análisis incluso permite detectar la reducción de la actividad ganadera y de los incendios ante la desaparición de la Mesta hacia 1850. Actualmente, en el entorno próximo del lago todavía es posible contemplar unos pocos ejemplares de pinos silvestres de origen natural, algunos de los cuales incluso superan el centenar de años.

Por su parte, el primer estudio sobre el lago de Isoba ha sido recientemente publicado en la revista Journal of Paleolimnology y se centra en la evolución del lago durante los últimos 500 años. Por ejemplo, se han detectado periodos más húmedos entre 1550 y 1630, y más secos entre esa fecha y 1925; asimismo, los cambios biológicos y fisicoquímicos evidencian la Era Industrial del siglo XX y las temperaturas más cálidas, o el descenso de precipitaciones regionales desde 1986.

Pero sin duda, uno de los procesos más llamativos es el intenso impacto que tiene lugar desde aproximadamente 1997: desde entonces, la turbidez y el ritmo de sedimentación se han incrementado notablemente, así como la materia orgánica y los nutrientes, alterando la composición de la flora lacustre y generando un cambio en el estado trófico del lago.

Detrás de estos cambios, que suponen una degradación de sus condiciones naturales, parece estar la huella del ser humano, puesto que han sido atribuidas a la modificación del régimen ganadero del entorno al lago, que desde ese periodo ha pasado de ser ocupado solo en verano por merinas trashumantes extremeñas a serlo por vacuno local, que frecuentemente come, defeca y sestea en el borde mismo del lago y cuyo periodo de estancia en el mismo es mucho mayor.