Diario de León

Una vacuna contra el olvido

Más de 30 niños plantan y se comprometen a cuidar un árbol de por vida en un pueblo que apenas cuenta con 20 vecinos habituales

Todos los niños firmaron su compromiso de cuidar los árboles. DL

Todos los niños firmaron su compromiso de cuidar los árboles. DL

León

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Cuenta el pedáneo de Fáfilas, Ricardo Pellitero, que de niño cuando andaba por el pueblo veía siempre una ladera que para él era el patito feo. Mientras que los campos que la rodeaban era verdes y productivos, ella estaba yerma y triste. Allí apenas crecía nada. Ya entonces soñaba con que un día pudiera convertirse en la más bonita porque, además, desde su alto ofrece las mejores vistas.

Y poco a poco ese sueño se ha ido haciendo realidad. El año pasado con la ayuda de voluntarios se crearon senderos y se plantaron los primeros árboles a sus lados. Almendros y perales de flor.

El sábado se dio un paso más. Un paso inspirador con los niños como protagonistas. Más 30 pequeños, en un pueblo que apenas cuenta con 20 vecinos, acudieron a la llamada de la junta vecinal. De ellos, 4 viven en la localidad, otros 10 pertenecen a familias con casa en Fáfilas, otros son hijos del pueblo y otros de Valencia de Don Juan y poblaciones cercanas. Todos plantaron un árbol por parejas, generalmente de hermanos. Algunos eran tan pequeños que apenas podían con las herramientas. Para eso estaban su padres, para ayudarles. Y todos se comprometieron, incluso firmando un contrato de su puño y letra, a cuidar esos árboles de por vida. La ilusión de los pequeños podía verse en sus ojos, y los mayores no podían sentirse más orgullosos. Pinos piñoneros, cerezo japonés de flor ya arraigan en la ladera que mira a Fáfilas más orgullosa que nunca.

En cada bodega se puso un cerezo de fruto en recuerdo de las familias que un día disfrutaron de ellas.

Cada árbol tendrá su propio nombre, el que le han querido poner los pequeños.

«Se han plantado árboles de distintas especies con la idea de que como van floreciendo unos detrás de otros, siempre esté preciosa. Seguramente más adelante pongamos otros que llenen de colores la ladera también en otoño», comenta Pellitero.

En el fondo se pretende infundir en éstos que hoy son niños un arraigo que los vincule al pueblo de por vida y así vacunarlo contra el olvido.

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