La Utrera vuelve a tener bar 25 años después
Una pareja asturiana reabre el único local de hostelería del pueblo tras un cuarto de siglo a palo seco y en una localidad de tan sólo 40 habitantes
Día de Jueves Santo, 6 de abril de 2023, mediodía. Siguiendo el curso del río Omaña, casi escondido entre montes y arbolado nos topamos con La Utrera, municipio de Valdesamario. Nos había llegado la noticia de que habían abierto el bar del pueblo después de 25 años cerrado. Habíamos quedado con Covi, la valiente que se había hecho cargo del mismo. No sabíamos más, pero merecía la pena conocer su historia.
Nada más llegar se nos presenta una pequeña localidad llena de encanto con muchas casas de piedra típicas de la arquitectura tradicional de la zona. Igual que la iglesia, que se alza esbelta con su torre de espadaña. Lo primero que sorprende es la cantidad de gente que hay por sus calles; niños en bicicleta disfrutando de una mañana espléndida, mayores paseando y conversando, medio rural en estado puro. Nada de España Vacía, más bien llena de una riqueza humana y paisajística envidiable.
Tras dar un par de vueltas y preguntar a un vecino, que amablemente nos indica, nos topamos con el bar. Terraza amplia y local acogedor con techo-tejado de madera. Allí nos esperaba Covi (Covadonga Lerma Martín, 54 años). Antes de cruzar palabra nos damos cuenta de que ya se tiene ganados a los vecinos. Pedimos una caña y nos lo acompaña de un pincho de morcilla exquisito.
Salimos a la terraza y comienza a contarnos su aventura. «El facebook hace estragos», es lo primero que suelta.
Todo tiene una explicación. Covi es natural de Luarca donde trabajaba de cocinera. Cayó de baja y, tras recuperarse, la despidieron. Tiene una casa en Huerga de Frailes y de viaje de Asturias a León «en el asiento del copiloto hay mucho tiempo libre», dice.
Mirando las redes sociales en el teléfono móvil apareció que ofrecían el bar de Sardonedo, «pero buscaban un matrimonio con hijos para repoblar en pueblo», así que ella y su pareja no encajaban.
«Una chica de Carrizo me dijo que estaba libre el de La Utrera. También fuimos a ver el de Alcoba de la Ribera, pero vinimos para acá por el trato que nos dieron nada más llegar». No pagan nada por el alquiler del local, salvo los gastos de electricidad, calefacción... Les han dado hasta una casa donde vivir. Llegaron en el mes de diciembre y arrancaron en enero. Abren todos los días, menos los lunes que descansan. «Nos va bien», dicen. Además de los propios vecinos del pueblo, por aquí llegan muchos pescadores, cazadores y senderistas.
Enseguida se incorpora a la conversación María Cristina García, secretaria de la junta vecinal, todo un terremoto de palabras y simpatía. «Estamos encantados con ellos. Sólo les pedimos que lo tengan abierto», asegura.
Maricris, que así la conocen, confirma que «este pueblo estaba sin bar desde hace 25 años. Pero yo les dije que les iba a funcionar bien si sabían atenderlo. Este es un pueblo de bar; llegó a haber hasta tres en su momento».
José Luis es la pareja de Covi, que la ayuda en el trabajo del bar. «Aquí nos hemos encontrado una familia. Más que clientes son eso, casi una familia», comenta.
Vuelve a hablar María Cristina. «Nada más llegar les dijimos que si eran capaces de hacer una comida para 22 cazadores. Y lo hicieron. Era como una prueba de fuego. Y la superaron», dice entre risas. «Estamos más contentos que Jacinto con la vaca».
Poco a poco se van sentando en la mesa de la terraza otros vecinos. Aquí nadie es extraño. Una de ellas afirma que «estamos encantados». Y otro dice que «si no hubiera venido una gente tan competente no estaríamos tan contentos».
Apenas llevan tres meses, pero no hay duda de que Covi y José Luis ya se han hecho con los vecinos. Y al revés ha sucedido lo mismo. Los vecinos los han acogido de tal manera que no se sienten extraños en un pueblo con el que no tenían ninguna relación.
Entre bromas y risas se ha pasado casi una hora y media de conversación. Toca despedirse no sin antes volver al centro del pueblo para llevarnos unas fotos de la iglesia junto a la que vuelve a pasar otro grupo de niños en bicicleta. Al fondo, en medio de la calle, un padre juega con su hijo al pádel. Su perro los observa tumbado a la sombra.
La Utrera, apenas 40 habitantes, vuelve a sonreír 25 años después. Vuelve a tener bar.