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«Quiero vivir en Camponaraya siempre, como mis padres»

Zulema Morán Poncelas apuesta por Camponaraya para trabajar y vivir. A sus 22 años, hace dos que es la propietaria de un centro de estética, el único de la localidad. «No me voy, me quedo, aquí soy feliz, y si me va bien me gustaría contratar a gente»

Zulema Morán, en su centro de estética. L. DE LA MATA

León

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Zulema Morán Poncelas tiene 22 años y su apuesta personal y profesional presente y futura es vivir en Camponaraya, su localidad natal. Ella no está dentro de ese 24% de la juventud que emigra al extranjero o a otra comunidad para encontrar un trabajo.

Nunca estuvo en sus planes abandonar su pueblo y buscó las alternativas laborales que le permitieran quedarse. Las condiciones laborales y la falta de oportunidades hacen que la provincia de León sea incapaz de retener a su población más joven y el 37% de los que han nacido en León viven fuera de la provincia, según los datos el Instituto Nacional de Estadística (INE). En la provincia hay 2.000 menores de 25 años desempleados.

Zulema es uno de los ejemplos para destacar en esta serie de ‘Crónicas de la repoblación’. Cada personas que decide emigrar tiene sus propios condicionales, como cada una que decide quedarse. Zulema confiesa que lo tuvo relativamente fácil, aunque su apuesta comenzó con una decisión, un paso dado para no seguir avanzando en la dirección equivocada. «Estaba estudiando el Bachiller, pero no estaba contenta, veía que eso no era para mí, no me gustaba. Iba al instituto en Fuentesnuevas. Un día no pude más y me salí de clase y desde allí llamé a mis padres. Le dije a mi padre que no quería seguir estudiando, que no quería seguir por ese camino. Mi padre me comprendió. Me dijo que no pasaba nada, que no todo el mundo tiene que estudiar una carrera, que él tampoco había querido estudiar y era feliz con su trabajo. Eso me ayudó mucho».

La apuesta de Zulema era quedarse y encontró en el emprendimiento una vía de escape, aunque el trabajo como autónoma no fue su primera opción.

 Su padre le puso una condición. Para cualquier profesión que eligiera tendría que hacerlo con preparación y profesionalidad. «Ese mismo día fue a Ponferrada y me apunté a una academia de estética. Estuve estudiando dos años».

Entonces llegó la pandemia de coronavirus. «Cuando acabé empecé a enviar currículos pero entonces llegó la pandemia, el confinamiento y el cierre de los negocios».

Con la declaración del estado de alarma el catorce de marzo de 2020 y el cese de actividad de la mayoría de los sectores y actividades económicas la evolución del mercado de trabajo entre los jóvenes agravó. Según el estudio de Ángela Velasco Moreno de la Facultad de Ciencias de Trabajo del Campus de Palencia de la Universidad de Valladolid, «a pesar de que a partir de mayo de 2021 se registró una recuperación gradual de la actividad a consecuencia del levantamiento del confinamiento, el cuarto trimestre de 2020 refleja una recuperación lenta en un marco de gran incertidumbre. Los jóvenes son los que se están viendo más afectados por el impacto negativo de la crisis».

La emancipación de la población joven de Castilla y León apenas varió en el último año y se situó en el 14,9 % de los jóvenes entre 16 y 29 años, dos décimas más que en el mismo periodo de 2021. En cambio, empeoró mucho el porcentaje de jóvenes que se encontraba en una situación económica vulnerable o de pobreza, que ha pasado del 18,9 al 25,8 por ciento entre 2020 y 2021.

«Empecé a barajar la opción de emprender, de abrir un negocio por mi cuenta. Mis padres me ayudaron y me dijeron que esperara, que ya mejorarían las cosas. Ellos también son emprendedores y la idea de que yo emprendiera les gustó. Mi padre me animó. Ellos tienen una tienda de pollos asados y comidas caseras». Esa tradición familiar le allanó el terreno. «Mis padres tenían un almacén en el centro de Camponaraya, y me animó a que usara el local y abriera allí un centro de estética».

«Comencé con la reforma a finales de 2020, con 18 años, y en 2021 lo abrí. Estoy supercontenta con el trabajo y con las clientas. Yo nací en Camponaraya y me conocen todas, algunas desde que era pequeña».

El centro de estética de Zulema es al único que hay en el pueblo. «Hay peluquerías, pero un centro de estética donde se depila, se arreglan las uñas, las pestañas y distintos tratamientos de belleza sólo es el mío».

Pudo iniciar la reforma del local gracias a la ayuda de sus padres «y la que concede el Consejo Comarcal de Bierzo para la gente que emprende. Me concedieron 7.500 euros con los que pude terminar la reforma, que era mucha, con todo la fontanería y los aparatos que necesitaba para poner en marcha el negocio. También me acogía la ayuda para los autónomos, que durante los dos primeros años te pagan el 70%. Todavía no pago el máximo, que lo van subiendo poco a poco. Mi idea es ampliar, contratar a trabajadoras y seguir en Camponaraya».

El trabajo funciona y además de cumplir los deseos de Zulema de quedarse en Camponaraya, le ha permitido independizarse y vivir con su pareja. «Desde hace dos años—el tiempo que hace que abrió el centro de estética— nos hemos emancipado y vivimos juntos. De momento me va bien, pero en mi cabeza está la idea de crecer y poder contratar a gente que trabaje conmigo. Quiero quedarme en Camponaraya, como mis padres, treinta, cuarenta o cincuenta años más, me gusta vivir aquí, la gente te trata muy bien y me han acogido con los brazos abiertos. Se vive muy bien y todo está a mano».

Camponaraya tiene algo más cuatro mil habitantes, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del año 2022. «Situación estratégica, diversidad de actividades, paso del Camino de Santiago, sector agrícola, polígono industrial y hospitalidad convierten a Camponaraya en una más que interesante opción para visitar, trabajar o residir», se puede leer en la página web del Ayuntamiento.

Quedarse, siempre

«En mis planes no entra irme de Camponaraya. Como en el pueblo no hay nada. La gente te trata como si fueras de la familia y eso no ocurre en las ciudades, donde todo es más anónimo. Hay gente a la que le gusta eso, pero a mí no. Me gusta estar aquí con mis amigos y mi familia. Conocer a mis clientas, saber qué es lo que necesitan. Aquí hay de todo y Ponferrada está a un paso. Tenemos un centro comercial y van a construir una residencia de ancianos y centro de día. Tenemos mucha población de gente mayor». Ese es el riesgo de los pueblos aunque hay emprendedores como Zulema que se resisten a abandonarlos. «La juventud que acaba el instituto se va a las universidades. Tengo amigos que ya eligen estudios para poder trabajar después aquí porque quieren volver, quedarse, pero no siempre es posible. Si consiguen un trabajo se quedan. Aquí lo que más hay son bares y restaurantes y mucha gente que trabaja en el polígono industrial».

El polígono industrial de Camponaraya tiene una superficie total de medio millón de metros con más de una treintena de empresas instaladas. «Hay mucha gente que trabaja en oficinas en Ponferrada, que está a 5 km de aquí, muy cerca».

A la gente joven no le resulta fácil encontrar empleo. «Amigos míos que se han ido y quieren volver, pero no pueden porque no hay trabajo en lo que ellos se especializan. Tengo una amiga que se ha ido a Alemania con la idea de ahorrar dinero y volver, pero no creo que eso sea posible. La gente que se va ya se adapta a otra vida fuera y no vuelven. Yo no podría irme. Mi hermano trabaja aquí, mi novio también, en el matadero, y mis padres tienen un negocio de comida casera. Yo no me voy, me quedo aquí, como mis padres».