25 AÑOS SIN LA AZUCARERA
El día en el que Veguellina se fundió en negro
Promesas incumplidas, un futuro incierto y una «diáspora» poblacional. El cierre de la planta azucarera en 1998 supuso un punto de inflexión de una localidad que hoy convive con las ruinas del que fue su principal motor económico
Fue un 5 de mayo. Hace ya 25 años los vecinos de Veguellina del Órbigo recibieron la peor de las noticias. Ebro Agrícolas —hoy British Sugar— y la Sociedad General Azucarera, anunciaron el inminente cierre de la planta de Veguellina de Órbigo, sembrando de impotencia y de incertidumbre el futuro de una comarca que tenía como principal motor económico el sector remolachero.
Fue la primera azucarera de las tres que funcionaron en la provincia. Tras el cierre en 1992 de la planta de Santa Elvira en León —futuro Palacio de Congresos—, actualmente sólo se mantiene activa la fábrica de La Bañeza .
El cierre se produjo tras un proceso de reestructuración iniciado por la compañía con la excusa de hacer «más competitivo» el sector a nivel europeo, pero lo cierto es que esta decisión empresarial supuso toda una debacle para una comarca, y para una provincia que luchó con unas uñas y dientes por un futuro que se fundía en negro.
La planta, que fue construida en 1900 por los marqueses de Duro Felguera, descendientes de Carrizo de la Ribera, estaba a pleno rendimiento cuando cerró para siempre las grandes puertas que cada día de campaña daban la bienvenida a cientos de camiones cargados de remolacha que hacía cola para descargar esa hortaliza para su transformación en azúcar. Con 219 trabajadores, entre fijos y fijos discontinuos, molturaba cerca de cuatro mil toneladas de remolacha al día, y acababa de ser remodelada con una inversión millonaria que hizo que la planta contara con las últimas tecnologías.
A pleno rendimiento
Cuando cerró la planta daba empleo a 219 trabajadores y molturaba 4.000 toneladas al día
Todos los partidos políticos y fuerzas sindicales se unieron como nunca para tratar de frenar el cierre que finalmente guillotinó una de las arterias industriales más pujantes de la comarca del Órbigo.
El cierre llegó, y con él, multitud de promesas incumplidas con las que en ese momento se trató de apaciguar la furia de una comarca que gritaba su indignación en las calles. Una de ellas, la planta de biocombustibles con la que se anunciaba una inversión de 21.000 millones de las antiguas pesetas, la creación de cerca de 3.000 euros, y que finalmente volaría a Salamanca.
Al frente del comité de empresa en ese momento estaba Froilán Cabello, que recuerda que cuando la realidad del cierre se impuso tras dos años de ‘pelea’, «no hubo nada que hacer», por lo que único que quedaba era «sentarse a negociar» y buscar la mejor solución posible para sus más de 200 trabajadores. «La mayoría fueron indemnizados o se jubilaron, el resto se recolocó en otras plantas como la de La Bañeza», recuerda Cabello, que apunta que el fin de la azucarera supuso toda una «diáspora» poblacional de que la Veguellina aún no se ha recuperado. Desde el cierre de la planta en 1998, el municipio de Villarejo de Órbigo, al que pertenece Veguellina, ha pasado de los 3.579 habitantes a los 2.930 actuales (datos de INE de 2022).
«Fue un mazazo terrible, que por desgracia se veía venir», explica Tomás Vaca, concejal entonces y ahora del PSOE, y una de las voces que más alto se alzaron contra el cierre de la planta.
Promesas incumplidas
Una millonaria planta de bioetanol o la construcción de viviendas, nunca se hicieron realidad
Recuerda como la llegada de la Azucarera a Veguellina cambió para siempre el paisaje de esta localidad y supuso la modernización de un municipio que en los mejores años de la planta vivió su máximo esplendor económico. «El cierre supuso un impacto terrible, ya que no solo se perdió la seña de identidad del municipio, sino que minó la moral de sus habitantes que veían como el próspero comercio se desvanecía y el pulso económico se desplomaba», explica.
Veinticinco años después Veguellina se ha reinventado y ha sabido recuperar ese atractivo que siempre tuvo. «La gente joven ya no se acuerda de la azucarera, aunque han oído hablar de lo que fue, no lo vivieron», afirma Vaca.
Ahora, los vecinos conviven con las ruinas de ese gigante industrial comido por la maleza y el abandono. «Hubo un proyecto por parte de la empresa para construir viviendas pero, como todo lo que prometieron, quedó en nada», recuerda el concejal.
Lo cierto es que es un suelo industrial de gran valor, 87.900 metros cuadrados en pleno centro, con muchos terrenos colindantes, y con apeadero de ferrocarril propio. Todo está abandonado, y para compensarlo, la Junta de Castilla y León construyó un polígono industrial en Villarejo muy pequeño donde ubicó Centro de I+D+i de Biocombustibles, que no es «ni la sombra» de los faraónicos proyectos que se anunciaron para la zona.