Un empate entorpece la Ley de Restauración de la Naturaleza en Bruselas
Será la Eurocámara la que tenga que decidir si tumba o no la nueva regulación
La Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo ha sido incapaz de votar a favor o en contra de la ley de restauración de la naturaleza que rechaza el Partido Popular Europeo (PPE) pero defienden socialistas, verdes, liberales e izquierda, lo que en la práctica supone dejar en manos de un pleno dividido la decisión final sobre si tumba o no la nueva regulación en su sesión de julio.
Tras la votación de las enmiendas a la propuesta de la Comisión el pasado 15 de junio, que se ha retomado este martes, el resultado final ha sido de 44 votos a favor, 44 en contra y sin abstenciones, por debajo de la mayoría a favor, de modo que se presentará al pleno el rechazo de la propuesta de Bruselas. Ahora, el Parlamento Europeo en su conjunto deberá tomar una posición, como ya han logrado los Veintisiete, que sí han acordado su mandato sobre la ley, y que se prevé que se vote en la sesión plenaria del 13 julio en Estrasburgo, a la espera de la aprobación de la agenda por la Conferencia de Presidentes.
Si se aprueba, la ley pasará a negociaciones a tres bandas (trílogos) entre los negociadores el Parlamento Europeo, los gobiernos nacionales y la Comisión Europea para acordar un texto definitivo.
Así, el punto determinante de la posición del Parlamento será el debate plenario y la votación, según han recordado fuentes comunitarias a Europa Press que aseguran que la Comisión está «centrada en el fondo» del texto.
La ley ha sido duramente criticada por el Partido Popular Europeo, que ha manifestado su rechazo frontal a la normativa en las comisiones parlamentarias de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca por considerar que «no es suficientemente buena» y que va «en contra de todo el sector primario, agricultores, ganaderos y pescadores».
En este sentido, el vicepresidente europeo para el Pacto Verde, Frans Timmermans, confesó la semana pasada que le entristecía que «algunos intenten llevar la política climática a las guerras culturales porque entonces se crea una oposición tribal y una vez que se entra en ella, los hechos ya no importan».